jueves, 27 de septiembre de 2012

PEREGRINACIÓN A TIERRA SANTA


ANA VICITANDO UN PUEBLO DE JUDEA


RIQUEZA DEL MARCO GEOGRÁFICO

Toda persona está naturalmente condicionada por su entorno geográfico. Y Jesús tuvo su entorno muy concreto: Palestina. Las bellezas de Galilea llenaron sus ojos a lo largo de su vida, en un ámbito que goza de una temperatura templada, una vegetación exuberante, y clara luz mediterránea. Las montañosa Samaría y la adusta Judea fueron escenario privilegiado de su misterio. El P. Garrigou-Lagrange llega a decir que la Geografía de Palestina es como "el quinto evangelio", que, una vez conocido, nos ayuda a localizar mejor las diversas circunstancias de la vida de Jesús. De hecho. sus parábolas nos hablan de realidades cotidianas y vivencias comunes, incluso domésticas, que experimentó en su vida, sin que falten las referencias a lugares precisos.
La fe en Jesús no puede prescindir del entorno en que se desarrolló su vida y el ropaje que envolvió sus palabras. San Gregorio Magno escribía a Juan, Patriarca de Jerusalén, que "allí -en Tierra Santa- es fácil ver con los ojos aquello que en otro sitio se cree por la fe". Razón por la que, siguiendo a San Jerónimo, decía Pablo VI: " Por lo tanto, esta tierra bendita ha llegado a ser, en cierto modo, el patrimonio espiritual de los cristianos de todo el mundo, los cuales ansían el poder visitarla, al menos una vez en la vida, para satisfacer su devoción y expresar su amor al Dios hecho Niño en Belén, al divino Adolescente y trabajador de Nazaret, al divino Maestro y Taumaturgo de toda la región, al divino Crucificado del Calvario, al Redentor Resucitado del Sepulcro que se encuentra en el Templo de la Resurrección (ó naos tis Anastaseos), como lo llaman con expresión feliz los hermanos separados de lengua griega". El P. Lino Cignelli sintetiza en un brevísimo párrafo cuánto significa Tierra Santa para un cristiano: "En Tierra Santa brillan las huellas del Dios Salvador, del Verbo encarnado, muerto y resucitado. Aquí ha vivido y ha cumplido nuestra Redención.
Aquí ha permanecido y actúa después de la Resurrección (Mt 28,9). De aquí su acción salvadora irradia incesantemente en el mundo entero" (MT 28, l6; Mc 16, 15).
Nace de ahí la emoción e inefable experiencia que sobrecoge a todos los peregrinos. Profundos sentimientos de fe y una piedad sin límites empujaron ya a los primeros cristianos a la búsqueda del contacto físico con los Lugares Santos y a celebrar en ellos los ritos litúrgicos, como destacan los Santos Padres y escritores del S. IV.

ANA CON JERUZALEN AL FONDO

Y porque fue y será siempre referencia obligada y centro de confluencia de viajeros de toda condición y procedencia, Pablo VI nos recordaba que el Cristianismo es religión universal, no ligada a un país; sus seguidores " adoran al Padre en Espíritu y Verdad" pero también su funda en una revelación histórica. "Junto a la historia de la Salvación " existe una "geografía de la Salvación". Por tanto, los Santos Lugares tienen al alto valor de ofrecer a la fe un sostén irrebatible, permitiendo al cristiano estar en contacto directo con el ambiente en que el Verbo si hizo carne y habitó entre nosotros".(Exhortación Apostólica Nobisin animo, de Pablo VI, del 25 de marzo de 1974).


 




domingo, 9 de septiembre de 2012

PEREGRINACION A TIERRA SANTA

YO SOY EL CAMINO

En solo tres puntos concretó Jesús el itinerario y la sustancia de su mensaje:

Yo soy el camino, la verdad y la vida.(Jn 14.6)

La revelación de su condición de Hijo de Dios, en misión anunciadora del Reino, en esa triple asignación ascendente a las realidades divinas, camino, verdad, y vida, nos aboca al compromiso de asumir un peregrinaje en que Jesús nos precede como guía señero, nos dirige con las indicaciones bienaventuradas de su palabra inequívoca y nos vitaliza con la singularidad de su amor transformante y salvador.
Él es el camino que, desde la referencia constante al mapa de Palestina, dirige nuestros pasos por la geografía de su corazón. Él es la verdad que expresa la voluntad del Padre y la proximidad del Reino, mediante la palabra, a todo lo largo y lo ancho de Galilea y de nuestro fervor. Él es la vida que, con su muerte y Resurrección, tras una larga travesía de esfuerzos, por tamos sucesivos que suben hasta Jerusalén y desde allí al Calvario, último punto moral del peregrinaje suyo y nuestro, nos restituirá a la comunidad del amor del Padre.
Peregrinar es tanto como rastrear las huellas seguras de quien se proclamó camino a sí mismo, porque en el aprendizaje sin pausa de ese seguimiento se va modelando la efigie del propio perfeccionamiento, hasta sentir cómo van surgiendo en nosotros, de etapa en etapa, los perfiles cristianos del auténtico peregrino. Y si, frente a la tentación fácil de trochas y atajos aventureros, la certeza de no errar se procura situándose uno en la proximidad del Adelantado que nos abrió camino, nunca se estará más cerca de Jesús que cuando se comparte las enseñanzas de su amor, o por la favorecida geografía donde trazó el Maestro los ásperos derroteros que confluyen en el camino de la fe hacia el Reino, que es como comulgar con El, sentados en torno a su propia mesa.
¡En marcha entonces! ¡Hay un lucero en el horizonte que guía nuestros pasos!  

"¡ Qué alegría cuando me dijeron:
vamos a la casa del Señor!

 

Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén".