CEMENTERIO NUESTRA SEÑORA DE LA SALUD
Fachada de la Ermita Nuestra Señora de la Salud y entrada al Cementerio |
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Tal día como hoy hace unos 215 años, José I Bonaparte firma en Madrid el decreto por el que se ordena la construcción del cementerio de Nuestra Señora de la Salud. Algunas fuentes hablan de que se había planeado su construcción unos años antes de 1809, concretamente para 1804, pero que la llegada a la ciudad de una epidemia de fiebre amarilla junto con la falta de medios económicos con los que contaba el consistorio lo habría retrasado todo.
Este cementerio tomara el nombre de la ermita que se construyó junto a el. Este cementerio se crea como muchos otros por toda la geografía española con la intención de erradicar la costumbre tan arraigada de enterrar a la gente dentro de las iglesias o en las cercanía de las misma.
Tardó alrededor de un año en ser construido. Aunque se acometieron diferentes reformas en su trazado a lo largo de las siguientes décadas hasta que en 1833 adoptó la forma que tiene en la actualidad tampoco ayudaría la inestabilidad política ligada al reinado de Fernando VII, en 1833 será el año en el que comience a dársele uso como cementerio. En 1846 se realiza otra de sus transformaciones más importantes, integrándose la capilla que le da nombre a todo el conjunto y dotándolo de la fachada neoclásica que posee en la actuali - dad. Ya en tiempos más actuales, concretamente en el año 2009, se crea otra entrada para así poder facilitar su acceso además de un punto de encuentro.
Enterramiento de Manolete. |
De entre las tumbas más conocidas de este cementerio podemos hablar de las dedicadas a cuatros de los de los cinco califas del toreo cordobés: Manolete, Guerrita, Lagartijo y Machaquito. En este cementerio de la Salud también contamos con las tumbas de algunos de los alcaldes mas famosos de la ciudad: José Cruz-Conde, y Rafael García Lovera.
Enterramiento y panteón de la marquesa Salazar. |
ady Las últimas décadas del siglo XVIII van a marcar el final de los enterramientos en el interior de las ciudades (al amparo de las iglesias ) y el inicio de un nuevo concepto de la muerte. Siguiendo las doctrinas que se estaban poniendo de moda en la Europa ilustrada, el rey Carlos III promulga un Real Decreto en 1787 en el que establece que los cementerios deben situarse para prevenir epidemias, en lugares ventilados y fuera de las murallas. Este decreto fue muy bien acogido por parte de las corporaciones municipales de la época; sin embargo, los estamentos eclesiásticos vieron estas ordenanzas como un ataque a sus privilegios y se opusieron abiertamente a su implantación. Tal fue la presión establecida que estas medidas apenas se pusieron en práctica. Un nuevo intento tuvo lugar en 1804 de la mano de Manuel Godoy primer ministro de Carlos IV. En esta ocasión, fue la llegada de las tropas napoleónicas las que desbarató el proyecto . El 4 de marzo de 1809 José I Bonaparte firmó un nuevo decreto con similares instrucciones que estuvo en vigor hasta la expulsión de los franceses. La norma definitiva, la que prohíbe los enterramientos en las iglesias y espacios adyacentes y obliga a la erección de cementerios fuera de los cascos urbanos, fue firmada por la reina Isabel II en 1834
El Cementerio de la Salud comenzó su construcción al amparo de la normativa impuesta por los franceses en octubre de 1810 y fue inaugurado en junio de 1811. El lugar elegido fue junto a la ermita de la milagrosa Virgen de la Salud, donde ya existía un pequeño cementerio perteneciente a los monjes que se encargaban del templo. Desconocemos la extensión inicial del camposanto que se ceñiría a los terrenos aledaños a la ya citada ermita. Fue ampliado en los años 1833 y 1846, contando con unos 10.000 metros cuadrados en 1852.
El espacio interior del cementerio está separado del exterior por una alta pared, se vertebra el interior en torno a una calle principal, junto a la que se desarrollan otras de menores dimensiones, en cuyo centro se dispone una rotonda. Los enterramientos más importantes se disponen en torno a este eje viario.
Este lugar fue elegido por los más destacados miembros de la sociedad cordobesa del siglo XIX y la mitad del del siglo XX, políticos, nobles, clérigos o toreros, eligieron el cementerio de la Salud como morada eterna. Así entre muchos otros, los Cruz Conde, los Cabrera, los marqueses del Mérito, Manolete, reposan en este suelo sagrado.