martes, 12 de enero de 2010

MONTILLA



MONTILLA


La sombra del castillo de los Condes de Alcaudete y duques de Frias de Montemayor nos acompaña a la salida del pueblo en dirección a Montilla -unos doce kilómetros- que recorremos por la N-431 dejando a la derecha La Rambla después de pasar por La Salud. Tras tomar la A-309, la carretera se desvía.

La procedencia etimológica del nombre de la actual población de Montilla nos lleva a pensar en nombres como: montícula, montejo, mota , montoro, montijo y montiel y otras denominaciones de pueblos y ciudades de España con referencias a monte o montecillo en sus diversas versiones.
Pero en el caso concreto de Montilla la historia viene de lejos. Ya desde el Paleolítico Inferior, las industrias de los Cantos Trabajados testifican el paso de los hombres por el lugar sobre el que se asienta esta ciudad. El utillaje del conocido como Tesoro de Montilla, lítico musteriense y solutrense, queda reflejado en las puntas de flechas, readeras, buriles, lascas y muescas y tantos otros utensilios. También el período Neolítico dejó por este lugar sus huellas cargadas de interés y cultura. La irrupción de los metales en el Calcolítico aporta nuevas, elocuentes y preciadas muestras y es importante citar el desarrollo alcanzado en la Edad del Bronce. Los iberos dejaron, asimismo, sus huellas sobre todo en objetos de hierro y exvotos de bronce. Muchas piezas de cerámica y terra sigilata proclaman la presencia romana con varias villas en su término. La ascendencia andalusí queda igualmente patente y se refleja en los restos del antiguo castillo y en diferentes objetos como platos de cerámica califal del siglo X, cántaros con decoración digitada, candiles, monedas, una lauda funeraria y un capitel de avispero.
Existe constancia de que la mayor parte de las tierras de Montilla estaban incluidas en la demarcación de Poley, que se corresponde a la actualidad con la población de Aguilar, dependiente entonces de la cora de Cabra.
La primera vez que esta población es citada con su actual nombre es en el año 1371 cuando el rey Enrique II se la concedió en mayorazgo al alcalde mayor de Córdoba, don Lope Gutiérrez. De sus manos pasó enseguida a las de don Gonzalo Fernández de Córdoba como parte del territorio de los Marqueses de Priego. Este título fue una concesión de Fernando El Católico. Pronto, Montilla se convirtió en capital de un extenso señoría y adoptó la típica configuración de una villa-fortaleza ubicada en la frontera entre territorios.

El rey Alfonso X el Sabio concedió a titulo de señorío a Gonzalo Yáñez Dovinal en 1257 todo el territorio de Aguilar, incluida la actual población de Montilla.

EL VINO DE MONTILLA


Montilla, uno de los hitos más importantes de Ruta del Califato de El Legado Andalusí, justifica una y muchas visitas. Basta y sobra con descubrir, además de su historia, otros argumentes tan decisivos en cualquier programación turística como el vino y la Denominación de Origen con la que se identifica y hace celebre su nombre tanto dentro como fuera de España. Montilla sabe a vino del bueno por todos sus costados y esta condición se hace presente en multitud de viajes culturales y turísticos.
Otras razones que proclaman el interés de Montilla como oferta turística en este mismo contexto en su relación con personajes tales como el Gran Capitán, nacido en esta población, y Miguel de Cervantes que la mencionó en sus obras después de haberla visitado en repetidas ocasiones. También hay que nombrar a dos santos del calendario o año cristiano: San Juan de Avila y San Francisco Solano que nacieron o vivieron en esta ciudad lo que contribuyó a acrecentar el interés de muchos por visitar los lugares relacionados con ellos.
La visita a Montilla puede iniciarse por el lugar en el que se asentaba su castillo donde se alojaron los Reyes Católicos. Después de admirar lasa hermosas vistas de la campiña cordobesa, hay que celebrar su reconversión en sede del Museo Temático de los Vinos de Andalucía


En las bodegas de Montilla “toma cuerpo” y se revisten de su prestigiosa Denominación de Origen algo así como unas 70.000 botas de crianza.

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