lunes, 20 de diciembre de 2010

CARTA DE JUDAS TADEO






CARTA DE JUDAS









Este escrito, con la segunda carta de Pedro, muestra una mentalidad muy diferente del resto del Nuevo Testamento. Por su estilo y manera de argumentar se ve que procede de un círculo de acusada marca judía.






Judas, siervo de Jesús Mesías y hermano de Santiago, a los llamados que ama Dios Padre y custodia Jesús Mesías. Os deseo misericordia, paz y amor creciente.



Amigos, mientras os estaba escribiendo con todo empeño acerca de nuestra común salvación, me vi forzado a mandaros esta carta para exhortaros a combatir por esa fe que se transmitió a los consagrados de una vez para siempre. La razón es que se han infiltrado ciertos individuos, marcados desde antiguo por la Escritura para esta condena, impíos que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios y reniegan de nuestro único Soberano y Señor, Jesús Mesías.



Aunque lo sabéis de sobra, quiero, sin embargo, traeros a la memoria que el Señor, después de haber sacado el pueblo de Egipto, más tarde exterminó a los que no creyeron; y que a los ángeles que no se mantuvieron en su rango y abandonaron su propia morada los tiene guardados para el juicio del gran día, atados en las tinieblas con cadenas perpetuas. También Sodoma y Gomorra, con las ciudades circunvecinas, que de modo parecido, se entregaron a la inmoralidad siguiendo deseos contra naturaleza, quedan ahí como ejemplo, incendiadas en castigo perpetuo.



Lo mismo pasa con éstos: desvariando, contaminan la carne, desprecian todo señorío, insultan a seres gloriosos. El arcángel Miguel, cuando altercaba con el diablo disputándose el cuerpo de Moisés, no se atrevió a condenarlo con palabras insultantes, dijo solamente: “Que el Señor te reprima”. Estos , en cambio, insultan lo que no conocen, u lo que saben por instinto irracional como los animales, los corrompe. ¡Ay de ellos! Se han metido por la senda de Caín, por dinero han caído en la aberración de Balaán y han parecido en el motín de Coré. San éstos la vergüenza de vuestras comidas fraternas, banqueteando sin recato, pastándose a sí mismos. Nubes sin lluvia que se llevan los vientos, árboles que en otoño no dan fruto y que, arrancados de cuajo, mueren por segunda vez; olas encrespadas del mar, coronadas por la espuma de sus propias desvergüenzas; estrellas fugaces a quienes está reservada la lobreguez de las eternas tinieblas.



A éstos se refería aquella profecía de Henoc, el séptimo después de Adán: “Mirad, llega el Señor con sus millares de ángeles, para someter a todos a juicio y dejar convictos a todos los impíos de todas la impías obras que impíamente cometieron, y de todas las insolencias que pronunciaron contra él como impíos pecadores”. Son una partida de rezongones que reniegan de su suerte y proceden como les dictan sus deseos; su boca es grandilocuente, mostrando parcialidad por las personas para sacar provecho.



Vosotros, queridos hermanos, acordaos de lo que predijeron los apóstoles de nuestro Señor, Jesús Mesías. Ellos os decían que en el tiempo final habrá quienes se burlen de todo y procedan como les dictan sus deseos impíos. Son estos los crean división, siendo hombres de tejas abajo y sin espíritu. Vosotros, en cambio, queridos hermanos asentándoos sobre el cimiento de vuestra santa fe y orando movidos por eel EspírituSSanto manteneos en el amor de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor, Jesús Mesías, que dará vida definitiva.



De los que titubean, tened compasión; a otros, salvadlos arrancándolos del fuego; a otros, mostrad les compasión, pero con cautela, aborreciendo hasta el vestido que esté manchado por los bajos instintos.



Al que puede preservaros de tropiezos y presentaros ante su gloria exultantes y sin mancha, al único Dios, nuestro Salvador, gloria y majestad, dominio y autoridad por Jesús Mesías Señor nuestro, desde siempre y ahora y por todos los siglos, amén.

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