TRADICIONES DEL SANTO CRISTO DE LA SANGRE
En la fachada de la casa nº 7 de la calle Muñices hubo hasta 1841 un Santo Cristo, del cual refieren la siguiente tradición: Uno de los Sres. Cerdas, de quienes descienden los marqueses de Vega de Armijo, llegó a concebir una funesta pasión por la esposa de uno de los Sres. Diaz de Morales, cuya extraordinaria belleza era celebrada en todo Córdoba: perdida su esperanza por el desden de la señora de sus pensamientos, logró al fin que uno de los esclavos le proporcionase una llave del pequeño postigo que aun existe en un rinconcillo que forma la casa en la que penetró; mas su cómplice reflexiono lo hecho, y temeroso del castigo que podía darle su señor, confesó a este su falta, oyendo el mandato de seguir callado: Cerda, como hemos dicho, entró en la morada de la señora, quien indignada lo lanzó de ella, manifestándole que, como le había dicho por escrito, jamás faltaría a los deberes de la mujer honrada, y que de insistir en sus pretensiones llamaría en su amparo a su esposo, quien le haría tenerla el respeto a que era merecedora; salió se a la calle, donde lo espera el ofendido, y midiendo sus espadas, Cerda quedo en ella moribundo, en tanto que Diaz de Morales penetró en sus casas, teniendo lugar una escena en que la buena señora estuvo a pique de ser víctima de los fundados celos de su marido. Entretanto, la ronda encontró un cadáver, lo condujo a su casa, y en ella había escrito con su sangra y dedo, unas letras en que confusamente se leía "es inocente". Este hecho quedó oculto en las sombras del misterio: mas a poco apareció la imagen del Crucifijo que todos decían de la Sangre, con una luz que diariamente le encendían y que aun conserva en el oratorio de los Sres. Diaz de Morales .
El autor de los Casos raros de Córdoba refiere otra tradición relacionada con el Santo Cristo de la calle de los Muñices, y para nosotros es completamente inverosímil. Dice que en el siglo XVII, época en que según la anterior no existía dicha imagen en aquel sitio, había en Córdoba un caballero muy dado a las aventuras nocturnas, a las que dedicaba casi todas las horas libres del indispensable descanso: su elemento eran las conquistas amorosas con los lances que ellas traen consigo, a veces tan peligrosos. Una noche retirábase a su casa, cuando cerca de las tres de la madrugada vio en la plaza de la Magdalena una dama con basquiña y envuelta en un manto: requirióla de amores, sin obtener contestación alguna; mas invitándola a entrar en su casa, allí muy cerca, hizo un signo afirmativo con la cabeza; siguieron juntos: los criados del caballero abrieron la puerta y ambos entraron hasta el aposento principal: la dama permanecia de pié sin descubrirse, y el caballero mandó traer unos dulces que al punto fueron servidos en una hermosa bandeja de plata: invitó le a tomar alguno, y entonces todos se sorprendieron viendo salir de bajo el manto una mano negra y completamente descarnada, a cuyo contacto empezó a derretirse aquella. El gallardo mancebo no sabía que determinación tomar; mas comprendiendo que el echarla solo de galante era lo mejor, se ofreció a acompañarla otra vez al punto donde fue hallada: así lo hicieron, y otra vez en la plaza de la Magdalena la saludó y volvióse; violo la dama,y con una horrible voz, le dijo: "Qué te vas " echando tras el a largos pasos; el joven aceleró el suyo, luego corrió, y viendo que el brazo que antes había helado su sangre iba a asirlo de un hombro, dio un grito y se arrodilló ante el Santo Cristo de la calle de los Muñices, a quien pidió amparó, y de el lo obtuvo bien pronto; aquella sombra desapareció: la luz del farolillo de la imagen alumbro toda la calle, y a favor de ella el caballero penetró en su casa arrepentido de su pasada conducta, que desde aquel momento reformó, tornándose digno del aprecio de las personas honradas.
De Ramirez de Arellano