TRADICIONES DEL SANTO CRISTO DE LA SANGRE


El autor de los Casos raros de Córdoba refiere otra tradición relacionada con el Santo Cristo de la calle de los Muñices, y para nosotros es completamente inverosímil. Dice que en el siglo XVII, época en que según la anterior no existía dicha imagen en aquel sitio, había en Córdoba un caballero muy dado a las aventuras nocturnas, a las que dedicaba casi todas las horas libres del indispensable descanso: su elemento eran las conquistas amorosas con los lances que ellas traen consigo, a veces tan peligrosos. Una noche retirábase a su casa, cuando cerca de las tres de la madrugada vio en la plaza de la Magdalena una dama con basquiña y envuelta en un manto: requirióla de amores, sin obtener contestación alguna; mas invitándola a entrar en su casa, allí muy cerca, hizo un signo afirmativo con la cabeza; siguieron juntos: los criados del caballero abrieron la puerta y ambos entraron hasta el aposento principal: la dama permanecia de pié sin descubrirse, y el caballero mandó traer unos dulces que al punto fueron servidos en una hermosa bandeja de plata: invitó le a tomar alguno, y entonces todos se sorprendieron viendo salir de bajo el manto una mano negra y completamente descarnada, a cuyo contacto empezó a derretirse aquella. El gallardo mancebo no sabía que determinación tomar; mas comprendiendo que el echarla solo de galante era lo mejor, se ofreció a acompañarla otra vez al punto donde fue hallada: así lo hicieron, y otra vez en la plaza de la Magdalena la saludó y volvióse; violo la dama,y con una horrible voz, le dijo: "Qué te vas " echando tras el a largos pasos; el joven aceleró el suyo, luego corrió, y viendo que el brazo que antes había helado su sangre iba a asirlo de un hombro, dio un grito y se arrodilló ante el Santo Cristo de la calle de los Muñices, a quien pidió amparó, y de el lo obtuvo bien pronto; aquella sombra desapareció: la luz del farolillo de la imagen alumbro toda la calle, y a favor de ella el caballero penetró en su casa arrepentido de su pasada conducta, que desde aquel momento reformó, tornándose digno del aprecio de las personas honradas.
De Ramirez de Arellano
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