Plaza de la Magdalena con la Iglesia al fondo |
BARRIO DE LA MAGDALENA
Las callejas de Santa Inés - Cementerio de la Magdalena - Las calles Palarea Restrera y Arenillas. El Pintor José Saló y la Plazuela de las Tazas.
Este convento ( el que había en la calle Santa Inés) ha sufrido muchas reformas, y en una de ellas, en 1697, se le incorporó con licencia de la Ciudad, una calleja sin salida que había en las de Santa Inés. En 1836 se mandaron suprimir algunos conventos, y esta suerte le cupo al ya citado, cuyo edificio se vendió y ha servido de provisión, teatro, posada y en varias casas de vecinos. La comunidad fue siempre numerosa, así que en el censo de 1718, aparece con cincuenta monjas, diez pupilas y dieciocho criadas.
En estas callejas estuvieron las casas solariegas de los Condes del Portillo y Marqueses del Vado, derribadas en 1846 y hoy convertidas en dos grandes corrales, uno de ellos destinado a los carros de la limpieza. Delante del convento, era la calle muy estrecha; hasta que D. Francisco Diaz de Morales, a quien acudieron las monjas, a fines del siglo XVIII, les cedió parte de su huerto, a pesar de quedarse fuera un gran pozo de noria que esta cubierto con una losa, y no se ve por la tierra que tiene encima.
Una de las esquinas del convento, está sostenida por media columna de piedra azufrosa, y es tradición entre los chicos del barrio, que en ella se convirtió un caballero de mala vida, a quien el diablo perseguía por sus pecados, y que al ver la cruz sobre la puerta del convento, huyó dejándolo convertido en marmolillo, con el olor a azufre que exhala al mismo tiempo apareció en una portadilla, enfrente,un letrero en que se lee: " Dios te ve, teme a Dios ": su origen es muy diferente.
Los alrededores de la parroquia, como en todas ellas, son conocidos por el cementerio de la Magdalena: queda a un lado la calleja Palarea, apellido de un morador antiguo; pasamos la corta calle Rastrera, título que hace siglos trae, ocasionado de una vecina que hizo gran fortuna en las compras y ventas del rastro, y llegamos a la calle de Arenillas, nombre que algunos creen proviene de la clase de terreno encontrado en los pozos o cimientos, lo cual es una vulgaridad que desvanecemos con datos. En una casa hundida, que aun conserva los escudos de armas de los Aguayos en su fachada, vivió en el siglo XV D. Juan Fernandez de Arenillas, caballero muy que dio nombre a su calle; tuvo por hija a Doña María Fernandez de Arenillas, que caso con D. Pedro Ruiz de Cárdenas, Alcalde mayor y Veinticuatro de Córdoba, caballero muy poderoso en tiempos de Enrique IV, señor de varios heredamientos en Peñaflor, amigo y partidario de D. Alonso Fernandez de Córdoba contra el Conde de Cabra y sus parciales, de todo lo que nos ocuparemos en otro lugar. En la casa número 20 de esta calle, vive en la actualidad el estudioso y concienzudo pintor D. José Saló, cuyas obras no debemos juzgar en esta: en la número 18 tiene su morada un desgraciado joven, vestido de mujer, que medirá unas tres cuartas de altura, y que se ocupa en trabajar filigranas para las platerías.
El expresado Sr. Saló, artista de grandes conocimientos, ha reunido en su casa, durante el espacio de cuarenta años, una buena galería de pinturas y esculturas de artistas notables, tanto nacionales como extranjeros, contando entre estos a Rubens, Bombermans, Basan, Guido Reni y otros, y entre los primeros a Murillo, Antolines, Valdes Leal, Alfaro, Castillos y algunos mas que no recordamos. En las esculturas las hay muy buenas, atendida la dificultad de poder adquirir hoy los objetos curiosos por haber desaparecido mucho de entre nosotros, pasando a enriquecer los museos extranjeros; sin embargo, hemos tenido el gusto de ver modelos de mérito, como son los de los bajos relieves que para los púlpitos de la Catedral ejecutó Verdiguier, y el de la estatua de la Fe que hizo para uno de aquellos. El modelo del alto relieve que D. Pedro Duque Cornejo ejecutó para colocarlo sobre la silla del Prelado en la ya citada Santa Iglesia. Otro modelo de Valdés Leal que representa a San Jerónimo, hecho en barro con la misma maestría que lo podía hacer en pintura. Son dignos de mención otros modelitos de santos, ejecutados también en barro, con mucha gracia, por Agustín Rodriguez, sin que en ellos se revela su mucha edad ni sus acerbos y continuos padecimientos, pues estas esculturitas las hacia para socorrerse, imposibilitado de pintar, lo que hizo muy bien, siendo acaso el mejor imitador de Antonio del Castillo. Asimismo vimos una mano vaciada, que según una inscripción es la del dicho pintor y escultor Agustín Rodriguez. Tiene el Sr. Saló otras muchas esculturitas ejecutadas en cera con colorido, y otros objetos no menos curiosos y apreciables. Una de las cosas mas preciosas que allí vemos y que en nuestro concepto debía figurar en un museo, es una colección de apuntes originales de célebres pintores antiguos, en que los hay del Españoleto, Reinoso, Murillo, Valdés, Fr. Juan del Santísimo Sacramento y Castillo, llamándonos extraordinariamente la atención el apunte de Velazquez para su famoso cuadro de las lanzas. Allí tuvimos ocasión de ver algunos objetos arqueológicos de mucha importancia, como capiteles árabes del mejor gusto, inscripciones de igual clase en diferentes cosas, lápidas y una maceta o tiesto para flores, también árabe, único en su clase que hemos logrado ver. El Sr. Saló se ocupa de arreglar locales apropósito para su conservación, y en formar un catálogo, con lo que aumentará su importancia.
A un extremo de la calle de Arenillas, está la plazuela de las Tazas, nombre originado por una alfarería que hubo antiguamente, y según otros por ser donde se labraban las mejores tazas o empuñaduras para las espadas. Se ha llamado de los Toros, apellido de unos de sus moradores. Por el otro lado sale a la calle Ancha de la Magdalena, justificado por ser la de mayor anchura que hay en el barrio; antes se llamó plazuela del Cañaveral y de los Benavides: en ella principia la calle del General Serrano, que ha seguido de cuarenta años a esta parte todos los cambios políticos de mas importancia. Desde el siglo XV encontramos a esta calle llamándose de D. Carlos, sin que nadie se haya ocupado en averiguar quien fuera este señor, que nosotros tampoco hemos conseguido aclarar: en 1834, después de la muerte de D Fernando VII, cuando su hermano D. Carlos de Borbon promovió la guerra civil, el Ayuntamiento liberal le quitó aquel nombre a la calle y le puso el de Isabel II, con el que siguió hasta 1862, que habiendo venido esta Reina a Córdoba, quisieron señalar la calle por donde entró y le pusieron aquel aquel nombre a la Carrera de la puerta Nueva, y porque no hubiera duplicados a la calle de que nos ocupamos la titularon del Príncipe Alfonso, que le duró seis años, pues en 1868 a la caída de la dinastía de los Borbones, le volvieron a mudar el título y le dijeron del General Serrano, que es el que conserva, y no sabemos cuanto tiempo le durará. Algunas veces la hemos visto llamada calle del Portigo de San Bartolomé, porque estaba en ella el del hospital de este titulo. A la mediación hay una calleja muy estrecha nombrada del Tomillar, sin que podamos fijar su origen; llegaba hasta la calle hoy de Alcolea, acortando su longitud el derribo de aquel piadoso establecimiento, cuyo solar se ha convertido en plazuela.
Copia de Paseos por Córdoba de Ramirez de Arellano
y Wikipedia.
Este convento ( el que había en la calle Santa Inés) ha sufrido muchas reformas, y en una de ellas, en 1697, se le incorporó con licencia de la Ciudad, una calleja sin salida que había en las de Santa Inés. En 1836 se mandaron suprimir algunos conventos, y esta suerte le cupo al ya citado, cuyo edificio se vendió y ha servido de provisión, teatro, posada y en varias casas de vecinos. La comunidad fue siempre numerosa, así que en el censo de 1718, aparece con cincuenta monjas, diez pupilas y dieciocho criadas.
En estas callejas estuvieron las casas solariegas de los Condes del Portillo y Marqueses del Vado, derribadas en 1846 y hoy convertidas en dos grandes corrales, uno de ellos destinado a los carros de la limpieza. Delante del convento, era la calle muy estrecha; hasta que D. Francisco Diaz de Morales, a quien acudieron las monjas, a fines del siglo XVIII, les cedió parte de su huerto, a pesar de quedarse fuera un gran pozo de noria que esta cubierto con una losa, y no se ve por la tierra que tiene encima.
Una de las esquinas del convento, está sostenida por media columna de piedra azufrosa, y es tradición entre los chicos del barrio, que en ella se convirtió un caballero de mala vida, a quien el diablo perseguía por sus pecados, y que al ver la cruz sobre la puerta del convento, huyó dejándolo convertido en marmolillo, con el olor a azufre que exhala al mismo tiempo apareció en una portadilla, enfrente,un letrero en que se lee: " Dios te ve, teme a Dios ": su origen es muy diferente.
Los alrededores de la parroquia, como en todas ellas, son conocidos por el cementerio de la Magdalena: queda a un lado la calleja Palarea, apellido de un morador antiguo; pasamos la corta calle Rastrera, título que hace siglos trae, ocasionado de una vecina que hizo gran fortuna en las compras y ventas del rastro, y llegamos a la calle de Arenillas, nombre que algunos creen proviene de la clase de terreno encontrado en los pozos o cimientos, lo cual es una vulgaridad que desvanecemos con datos. En una casa hundida, que aun conserva los escudos de armas de los Aguayos en su fachada, vivió en el siglo XV D. Juan Fernandez de Arenillas, caballero muy que dio nombre a su calle; tuvo por hija a Doña María Fernandez de Arenillas, que caso con D. Pedro Ruiz de Cárdenas, Alcalde mayor y Veinticuatro de Córdoba, caballero muy poderoso en tiempos de Enrique IV, señor de varios heredamientos en Peñaflor, amigo y partidario de D. Alonso Fernandez de Córdoba contra el Conde de Cabra y sus parciales, de todo lo que nos ocuparemos en otro lugar. En la casa número 20 de esta calle, vive en la actualidad el estudioso y concienzudo pintor D. José Saló, cuyas obras no debemos juzgar en esta: en la número 18 tiene su morada un desgraciado joven, vestido de mujer, que medirá unas tres cuartas de altura, y que se ocupa en trabajar filigranas para las platerías.
El expresado Sr. Saló, artista de grandes conocimientos, ha reunido en su casa, durante el espacio de cuarenta años, una buena galería de pinturas y esculturas de artistas notables, tanto nacionales como extranjeros, contando entre estos a Rubens, Bombermans, Basan, Guido Reni y otros, y entre los primeros a Murillo, Antolines, Valdes Leal, Alfaro, Castillos y algunos mas que no recordamos. En las esculturas las hay muy buenas, atendida la dificultad de poder adquirir hoy los objetos curiosos por haber desaparecido mucho de entre nosotros, pasando a enriquecer los museos extranjeros; sin embargo, hemos tenido el gusto de ver modelos de mérito, como son los de los bajos relieves que para los púlpitos de la Catedral ejecutó Verdiguier, y el de la estatua de la Fe que hizo para uno de aquellos. El modelo del alto relieve que D. Pedro Duque Cornejo ejecutó para colocarlo sobre la silla del Prelado en la ya citada Santa Iglesia. Otro modelo de Valdés Leal que representa a San Jerónimo, hecho en barro con la misma maestría que lo podía hacer en pintura. Son dignos de mención otros modelitos de santos, ejecutados también en barro, con mucha gracia, por Agustín Rodriguez, sin que en ellos se revela su mucha edad ni sus acerbos y continuos padecimientos, pues estas esculturitas las hacia para socorrerse, imposibilitado de pintar, lo que hizo muy bien, siendo acaso el mejor imitador de Antonio del Castillo. Asimismo vimos una mano vaciada, que según una inscripción es la del dicho pintor y escultor Agustín Rodriguez. Tiene el Sr. Saló otras muchas esculturitas ejecutadas en cera con colorido, y otros objetos no menos curiosos y apreciables. Una de las cosas mas preciosas que allí vemos y que en nuestro concepto debía figurar en un museo, es una colección de apuntes originales de célebres pintores antiguos, en que los hay del Españoleto, Reinoso, Murillo, Valdés, Fr. Juan del Santísimo Sacramento y Castillo, llamándonos extraordinariamente la atención el apunte de Velazquez para su famoso cuadro de las lanzas. Allí tuvimos ocasión de ver algunos objetos arqueológicos de mucha importancia, como capiteles árabes del mejor gusto, inscripciones de igual clase en diferentes cosas, lápidas y una maceta o tiesto para flores, también árabe, único en su clase que hemos logrado ver. El Sr. Saló se ocupa de arreglar locales apropósito para su conservación, y en formar un catálogo, con lo que aumentará su importancia.
Entrada a la calle Santa Inés desde la plaza de la Magdalena |
A un extremo de la calle de Arenillas, está la plazuela de las Tazas, nombre originado por una alfarería que hubo antiguamente, y según otros por ser donde se labraban las mejores tazas o empuñaduras para las espadas. Se ha llamado de los Toros, apellido de unos de sus moradores. Por el otro lado sale a la calle Ancha de la Magdalena, justificado por ser la de mayor anchura que hay en el barrio; antes se llamó plazuela del Cañaveral y de los Benavides: en ella principia la calle del General Serrano, que ha seguido de cuarenta años a esta parte todos los cambios políticos de mas importancia. Desde el siglo XV encontramos a esta calle llamándose de D. Carlos, sin que nadie se haya ocupado en averiguar quien fuera este señor, que nosotros tampoco hemos conseguido aclarar: en 1834, después de la muerte de D Fernando VII, cuando su hermano D. Carlos de Borbon promovió la guerra civil, el Ayuntamiento liberal le quitó aquel nombre a la calle y le puso el de Isabel II, con el que siguió hasta 1862, que habiendo venido esta Reina a Córdoba, quisieron señalar la calle por donde entró y le pusieron aquel aquel nombre a la Carrera de la puerta Nueva, y porque no hubiera duplicados a la calle de que nos ocupamos la titularon del Príncipe Alfonso, que le duró seis años, pues en 1868 a la caída de la dinastía de los Borbones, le volvieron a mudar el título y le dijeron del General Serrano, que es el que conserva, y no sabemos cuanto tiempo le durará. Algunas veces la hemos visto llamada calle del Portigo de San Bartolomé, porque estaba en ella el del hospital de este titulo. A la mediación hay una calleja muy estrecha nombrada del Tomillar, sin que podamos fijar su origen; llegaba hasta la calle hoy de Alcolea, acortando su longitud el derribo de aquel piadoso establecimiento, cuyo solar se ha convertido en plazuela.
Copia de Paseos por Córdoba de Ramirez de Arellano
y Wikipedia.