EL
CRISTO DE LA MISERICORDIA
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IMAGEN DEL CRISTO |
BARRIO
DE SANTA MARINA
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EL PASO DEL CRISTO DE MISERICORDIA DE CÓRDOBA |
Ramírez
de Arellano, en Paseos por Córdoba, nos cuenta cómo cerca de la
Iglesia de Santa Marina (entre la calle Muro de la Misericordia y
calle Moriscos) estuvo el hospital del Cristo de la Misericordia. Su
titular era un Crucificado quien, según la leyenda, se llamó de la
Misericordia por el milagro que realizó cuando, un hombre del barrio
quedó ciego. Nada de lo que le dieron le devolvía la vista. Su
desesperación iba en aumento hasta que un día entró, y puesto
frente al Cristo, le dio un terrible golpe con su bastón y le grito:
“¿Para qué me sirves, si no puedes devolverme la vista?”. En
ese momento, sus ojos vieron la luz y la voz corrió por la ciudad,
llamando al Cristo de la Misericordia por la que había mostrado ante
quien tan mal le trataba.
EL
CURA DE LA MAGDALENA.
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Iglesia de la Magdalena |
BARRIO
DE LA MAGDALENA.
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El Párroco de la Magdalena. |
Allá
en tiempos antiguos, había en la parroquia de la Magdalena un cura
excesivamente obeso y muy aficionado a recoger cuanto podía de sus
feligreses. Sucedió que una noche de lluvia se retiraba a su
iglesia, y a corta distancia del postigo de la sacristía, vio un
hermoso burro blanco, solo y como abandonado. Pareciéndole al buen
señor que en él podía pasar el barro de la plaza y aun alojar
aquel huésped en su casa, lo arrimo a la gradilla y como pudo
cabalgó en él, emprendiendo su marcha tan tranquilo, con su
linterna en la mano, a favor de cuya luz vio el interior de las
monjas de Santa Inés. Entonces, asombrado, reparó encontrarse a
aquella altura por haber crecido de pronto y en tanta longitud las
piernas de su cabalgadura. Asustado y comprendiendo ser castigo del
cielo por su desmedida ambición, y que el diablo sería el que se le
presentó en forma de burro, invocó el nombre de Jesús, y aquel
desapareció, cayendo el pobre cura de la elevación en que se
hallaba, quedando ileso por el mucho barro; mas en él dejó su
estampa tan marcada, que a la mañana siguiente los vecinos se
paraban a ver lo que ellos decían “el retruco del Sr. Rector”.
Este se mostró tan escarmentado que el resto de su vida lo empleó
en hacer muchos y recomendables actos de misericordia.
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