lunes, 27 de junio de 2016

HISTORIAS Y LEYENDAS DE CÓRDOBA

RAFAEL CARRERAS


RAFAEL CARRERAS

EL BARBERO DE LA MEZQUITA.

Rafael Carreras Bellerín, nació en la calle Montero 20, allá por el último tercio del siglo XIX, concretamente en 1880. en ese mismo año nacieron también Machaquito y Lagartijo el Chico, dos grandes toreros cordobeses a posteriori, Antonia Carreras fue su madre. Fue el primero de siete hermanos, el último nació en 1900. la fertilidad de Doña Antonia, quedaba de manifiesto con esos siete vástagos.

A finales del siglo XIX aprendió el oficio de barbero. Ahora se llaman peluqueros, por el desplazamiento que la profesión ha sufrido hacia el cuidado del pelo, siendo antes lo mas importante el afeitado.

Por esa costumbre cordobesa de los peroles, en uno de los muchos que hacía, cuando toco la celebración en el cortijo que existía en el antiguo Valle de San Benito, el que fue propiedad del marqués de Cabriñana y heredo su nombre, conoció a Antonia Jurado, natural de Villaviciosa, que antes fue vecina de Santa María de Trassierra, y que en esa fecha vivía en el cortijo con sus padres, ya que su progenitor Acisclo, era el aperaor” o encargado del mismo. Estamos en principio del siglo XX. El noviazgo duro muy poco y se casaron, yéndose a vivir a la ciudad, a la callejita de Especieros ( una que existe sin salida en la calle Pedro López),
CELEBRANDO UN PEROL.

Los profesionales de la época tenían un dominio extraordinario de esos peligrosos artilugios de corte, que eran las navajas barberas, y las manejaban con una maestría asombrosa, suavizando el filo con mucha habilidad, con un notable juego de muñeca. Ejemplo de manejo de la herramienta, eran los perfectos círculos de la tonsura de sacerdotes y canónigos, que el Maestro Carreras hacía como si hubiese puesto una moneda en la cabeza para fijar la redondez de la misma.

CUADRO DE LA ACEITUNERAS
El citado cortijo de Cabriñana también conoció antaño a D. Francisco de Góngora, a Fray Luis de Granada, y como no a D. Luís de Argote y Góngora, que después fue D. Luís de Góngora y Argote -cuando a instancia de su tío se cambio el orden de los apellidos -, y bastantes años después a Julio Romero de Torres, que lo frecuentaba por su amistad con el propietario de entonces, D. Agustin Pareja y Salinas, Antonia Jurado la novia del maestro Carreras, fue modelo del pintor en el cuadro titulado “Las aceituneras”, y ambientado en el Cortijo de Cabriñana, pero esto es otra historia.

El Maestro Carreras, creo su primer establecimiento de barbería en la Esparteria, en 1908 para ser mas exactos. Para no restar méritos a su “cordobesismo” natural, el cante, la guitarra y la cotidiana juerga, formaba parte del acervo “cultural” que lo rodeaba. Contaba Rafael Moyano – último propietario de la taberna de la Mezquita, la de los boquerones en vinagre - , que el Maestro Carreras era quizás, junto con otros de su mismo estilo, quien más veces había hecho el camino de Sevilla, primero en coche de caballos y luego en vehículos a motor. Siempre de juerga. Se daba la curiosa circunstancia de estar arreglando a un cliente, tenerle enjabonada la cara, y llegar uno de sus amigos a la puerta del establecimiento, el bien situado Sr. Morita – creo que participo en la construcción del edificio de Telefónica -. y decirle:
BARBERIA EN LA ESPARTERIA

  • Maestro nos vamos, que nos están esperando en Sevilla -.
Y el Maestro, sin pensarlo ni un solo momento, dejaba al cliente en manos del segundo espada, aún enjabonado, a medio afeitar, se quita la bata y al coche, mientras el cliente le vociferaba con las mejillas llenas de espuma.

      • Pero maestro, ¿ me va a dejar así ?
      • No te preocupes ahora mismo vuelvo, - le contestaba desde la calle-.
      • Normalmente la vuelta se sucedía a los dos o tres días.

Algunos testigos gráficos son las fotografías de días de perol, donde no faltaban los cantaores y guitarristas del momento. Luego estaba el recogimiento que en Semana Santa hacían “religiosamente” los susodichos en determinados lugares de “oración y penitencia”.

Se da la circunstancia que el Maestro Carreras tenía un indiscutible paladar para cantar las Soleares de Córdoba. Corrobora lo dicho una crónica que publicó, un conocido escritor que decía: “¿ Dónde se canta mejor en casa Camilo en la calle Morería , o en la taberna de Manuel Criado en la Mezquita, donde se puede escuchar unas soleares de Córdoba cantadas por el Maestro Carreras, barbero de la Mezquita ?”.

La taberna de Manuel Criado fue la que posteriormente se llamo Taberna de la Mezquita, que se cita con anterioridad, regentada primero por Rafael Moyano yerno de Manuel y luego por su nieto Rafael, que fue el que cerró, con su fallecimiento años después, esa saga familiar de tres generaciones de taberneros. En esa taberna había un vino que se llamaba “Noe”, bautizado así en honor del escritor Eugenio Noel, que la frecuentaba en sus habituales viajes a Córdoba.

También en un rincón de su patio, formado por las esquinas de sus dos puertas a la calle, existía un curioso texto que decía:

Si doy pierdo la ganancia de hoy, si fío carezco de lo que es mio, si presto al pagar ponen mal gesto, para evitar todo esto, ni doy, ni fío, ni presto”.

El Maestro Carreras, también cantaba saetas. Participó en el primer concurso de Saetas que se celebro en Córdoba,en Santa Marina. Se instalo un escenario pegado a la pared del Convento de Santa Isabel, frente a la fachada principal del citado templo y allí tuvo lugar ese certamen.

En las barberías se hablaba de lo divino y lo humano. El maestro barbero, que había dejado de ser sangrador, sacamuelas, y cirujano menor hacía tiempo, era como una enciclopedia. Eran los barberos pozos de sabiduría popular por el aprendizaje que recibían de las variadas fuentes de los clientes, de todos los estratos, ideologías y credos. Eran los lugares donde se comentaba lo que acaecía en la ciudad, y de lectura de la prensa escrita. Era el lugar por excelencia de la tertulia cotidiana de los barrios.

Daba un cierto repelús cuando se veía deslizar la navaja por el cuello, y era inevitable recordar hechos de celebres barberos, como por ejemplo el de la calle San Pablo. También mucho menos trágico y de ficción, está su mas famoso colega; Figaro, “il barbieri de Sevilla de Rossini”.

Por los años veinte del siglo pasado, cuando nació su último hijo, Fernando – que heredo el oficio y el negocio años mas tarde -, la familia vivía en la calle Judería. Después se mudaron a la de Medina y Corella, donde a la vez el Maestro Carreras ejerció de casero de la casa de vecinos, del rincón de la plazuela que tiene esa vía. Finalmente se trasladó con su familia a la calle Cardenal Herrero 32, donde tenía instalada la barbería. Tenía otros cuatro hijos; Antonia, Rafaela, Rafael y Dolores.

En su periodo de casero de la casa de vecinos de Medina y Corella, sucedió el fallecimiento de un vecino de la misma, que confirmaba la regla de “no tener ni donde caerse muerto”. El Maestro haciendo gala de su amistad con el Deán del Cabildo, Sr. Padilla, se dirigió a este tratando de interceder por el vecino y que la Beneficencia se hiciese cargo de los costos del entierro. El Deán, con el acento sacerdotal característico -cuya similitud en el oficio, hacía pensar que el profesor de oratoria, por el parecido deje de todos, fue el mismo para toda la diócesis-, y con la firmeza habitual de quien es conocedor de su poder, le dijo:

  • ¡Maestro Carreras, cuando pida, pida para usted, porque la caridad bien entendida empieza por uno mismo ! - y se quedó tan pancho.

A pesar de todo colaboró la Beneficencia en el entierro del infeliz. Infeliz no por cumplir con el inexorable y lógico destino de los vivos, sino por la soledad personal y económica que tenía en ese momento.

CALLEJA ESPECIEROS
Fue el maestro Carreras barbero circunstancial de los obispos Ramón Guillaumet y Coma y de Adolfo Pérez Muñoz, y como no, de canónigos y sacerdotes, en suma del Cabildo. En aquellos entonces el barbero asistía a domicilio a los clientes ilustres. A pesar de ser mas joven que él dieciocho años, cultivó una amistad hasta su muerte con el torero Rafael Guerra Bejarano “Guerrita”. En los años en los que nos estamos moviendo, Córdoba era una ciudad algo más provinciana que en nuestros días, todos sus habitantes se conocían prácticamente, y mucho más aquellos que practicaban algún arte, incluyendo el cante, el toque y la juerga preferentemente.

En el año cincuenta del siglo XX, con la edad de setenta años, falleció el “Maestro Carreras, el barbero de la Mezquita”.

El corolario de la vida del Maestro Carreras, barbero de la Mezquita fue.... ¿quién mi quita lo
bailao” ?.


Copiado de Córdoba la llana.



miércoles, 8 de junio de 2016

HISTORIAS Y LEYENDAS DE CÓRDOBA


EL BARBERO DE LA CALLE SAN PABLO

No todos los personajes de esta Córdoba van a ser tiernos y entrañables, hay de todo. Según la época en que vivimos quizás estos sean los menos. Ha habido en esta ciudad bastantes personajes siniestros, a lo largo de la historia. De este que comentaremos a continuación, sabemos poco. ¿Un asesino?. ¿Una ejecución?. ¿Un robo?. El móvil solo lo sabría el protagonista.
Local de la barberia en calle san Pablo

Fue uno de los sucesos que más impactó a los cordobeses, llegando a tener difusión a nivel del país, fue sin duda el que se vino a llamar el crimen de la calle San Pablo. Ocurrió en enero de 1943, en una barbería que estaba ubicada en el número 6 de la calle San Pablo, una vez pasado un bar que existía entonces, y antes de llegar al constructor de guitarras. Durante un tiempo cuando pasaba por allí, recordaba el lugar, y recuerdo que después hubo en él cuando desapareció la barbería, un comercio de productos de cosmética.

El barbero Franc. Reyes.
El barbero propietario del establecimiento, se llamaba Francisco Reyes Serroche, y tenia 53 años. Una tarde asesinó con una navaja barbera a un cobrador del Banco Español de Crédito, D. Enrique Gallego Gómez, robándole el dinero que portaba – unas veinte mil pesetas – producto de unos cobros que había realizado en esa tarde. Esa fue la versión oficial, sin que esto quiera indicar que no hubiese otra.

Francisco Reyes cerró la barbería y traslado el cuerpo del infortunado cobrador a la trastienda. Con la mayor frialdad del mundo procedió a descuartizarlo, con un serrucho, un gran cuchillo y un hocino, que había adquirido previamente en una ferretería de la calle María Cristina. Todas la tardes bajaba hacia la Ribera camino de su casa – vivía en la plaza de la Fuensanta – con un pequeño paquete envuelto con papel de periódico debajo del brazo, que contenía parte del cuerpo del cobrador, para arrojarlo al río. La desaparición del Sr. Gallego, dio pábulo a múltiples historias misteriosas, entre las que destacaba, que pertenecía a una sociedad secreta. La sociedad y el gobierno de la época, eran muy dados a publicitar esas cosas. Que si la mano negra, que si la masonería, que si ….. a colación de ello en la época se hablaba de , “una confabulación marxista-judeo-masónica”, vamos una combinación explosiva de ser cierta. Luego al paso del tiempo se ha constatado que los masones no pasaron de ser una sociedad gremial, y comparados con los citados gobernantes, unas hermanitas de la caridad. Los marxistas luchaban por la restitución de la República. No se puede decir lo mismo de los judíos, que por su hechos actuales conocemos , pero no se referían al actual gobierno de Israel, que aún no existía, sino a los judíos bíblicos o a una identificación con el pensamiento hitleriano que el régimen compartía.

La policía dirigida por el comisario jefe Sr. Cortecero y el comisario Tarodo, de la brigada criminal, secundados por los agentes Llamas, Villarreal, Gálvez y Rivas, lograron esclarecer el caso. El 28 de Enero llegaron sus pesquisas a feliz término con la detención del presunto asesino, que paso a la Prisión Provincial. En la trastienda de la barbería se encontraron unos bidones, todavía con restos humanos que no le había dado tiempo a tirar. Decían los comentarios del momento que la cabeza se le resistía, no había sido capaz de tirarla aún. Los restos fueron trasladados al cementerio de la Salud. Se ordeno una búsqueda por la zona del molino de Martos, lugar donde dijo Francisco había arrojado los restos, pero no se encontró nada. La fuerte corriente del rio los llevaría río abajo o sus habitantes dieron cuente de ellos.

El barbero fue juzgado el día 4 de febrero, por un consejo de Guerra , cuyo Tribunal presidio un coronel, que lo era del Regimiento de Artillería, Sr. Aguilar Galindo ( luego le dieron nombre a una calle), actuando como fiscal el de la Audiencia Sr. Mendieta, y como defensor un Alférez de Infantería Sr. Guerrero Jurado. Fue condenado a muerte y ejecutado días después. Tenía dos hijos.

La prensa del momento no fue muy explicita con el trágico acontecimiento – no se publicaron fotos del hecho -, y a penas ocupó unas columnas en páginas interiores. Si se dio una circunstancia casual curiosa , y a su vez también trágica. Cuando el pelotón de fusilamiento regreso a su cuartel, al entrar uno de los guardias en el dormitorio de solteros, recibió un balazo de otro compañero que estaba limpiando el arma y se le disparo accidentalmente, hecho que llego a la calle bastante tiempo después, y del que no se hizo eco ningún medio informativo.

(Publicada en www.callejadelasflores.org).