BARRIO DE LA MAGDALENA
EL HOSPITAL DE SAN BARTOLOMÉ Y SANTA MARÍA MAGDALENA
Siendo Obispo de Córdoba D.
Leopoldo de Austria, vino a esta ciudad el venerable Juan de Avila, a
quien sus virtudes, saber y dotes de oratorias, le valieron el
dictado de Apóstol de Andalucía: predico en varias iglesias, entre
ellas la Catedral, recogiendo tan copioso fruto, que fueron
innumerables las confesiones generales hechas por los cordobeses,
ademas de otras porción de actos enumerados en sus obras y en los
Casos raros de Córdoba. Muchos sacerdotes se declararon sus
discípulos y otras personas se entregaron con gozo a su dirección.
En este tiempo los tejedores de paños trataron de asociarse, y aquel
sabio varón les aconsejo la fundación de un hospital, para el
socorro de tantos enfermos desvalidos; prevaleció su opinión y a
seguida fundaron el hospital de San Bartolome y Santa María
Magdalena, detrás de la parroquia de este mismo titulo: dando un
real por cada pieza de paño que tejían, llegaron a reunir un fondo
suficiente a comprar terrenos mas espaciosos y apropósito, como lo
era el edificio que luego construyeron en la calle de Alcolea; en
esto se les unió Pedro Fernandez de Valenzuela, quien aparece como
fundador, por lo que fueron patronos de esta casa los Señores
Montesinos, a los que como ofrenda había de regalarseles todos los
años un cubierto de plata. Edificose el nuevo hospital e iglesia,
diciéndose en ella la primera misa en el año 1557, época en que
dedicaron aquel a la curación del venéreo, ya muy generalizado, y
se le dijo San Bartolome de las Bubas para distinguirlo de otros de
igual advocación. Falto de reglas, extraviadas con otros muchos
papeles, el hermano mayor Lic. Adres Muño< de los Reyes, de
acuerdo con el Rector de la ;Magdalena Lic. Alonso Ponce de la Rosa,
en la tarde del día 17 de Agosto de 1670, reunieron a los cofrades y
redactaron unos estatutos que fueron aprobados en 4 de Septiembre
siguiente por el Obispo D. Francisco de Alarcon y su Previsor D.
Pedro de Armenta, observándose con gran cuidado durante muchos años.
No sabemos cuando ni por que cambio su instituto, y últimamente solo
se abría en cierta época del año, con veinte camas para la
curación de intermitentes, hasta que en 1842 la junta de
Beneficencia se hizo cargo de el incorporándolo al hospital de
Crónicos o del Smo. Cristo de la Misericordia.
El edificio estuvo arrendado, y en
1841 se destino a Escuela Normal de maestros; después ésta paso a
Anton Cabrera y volvió a arrendarlo, y por ultimo en 1860 fue
denunciado por ruinoso y el Ayuntamiento, a propuesta de su
presidente D. Carlos Ramirez de Arellano, lo compro, derribandolo en
1861 y dejando la plaza que llena su nombre.
Su iglesia tenia una portada modesta
muy sujeta a las reglas de arquitectura: formaba su interior una nave
capaz, y el frente de ocupaba el retablo que hoy esta en el altar
mayor de la iglesia de la Casa de Expósitos; estaba pintado de
encarnado con adornos de oro, teniendo en el centro la imagen del
titular, que ya hemos dicho está en la Magdalena, y por cima un gran
cuadro que representa a Santa María Magdalena, y es al parecer de
algún mérito. En otros altares estaba la Virgen de los Remedios,
con cofradía, y una Concepción, que también están en la expresada
parroquia, y la que sacaba el rosario tres veces en semana, la Virgen
de los Dolores, y al final, en una pequeña capilla, un Crucifijo al
fresco, de muy mala mano. En este lugar de la iglesia, fue enterrado
el fundador Pedro Fernandez de Valenzuela, con una lápida
expresandolo, y en 13 de Septiembre de 1655 inhumaron también allí
el cadáver del Lic. Juan Muñoz de la Cruz. Con un epitafio en su
loor, redactado por el escritor cordobés Li. Pedro Diaz de Rivas.
La hermandad de San Bartolomé hacia
fiestas a su titular, y en un principio procesiones para llevar
comida y ropas a los enfermos. En el día del santo se celebraban en
la calle una velada muy concurrida, que trasladada después a la
plazuela de la Magdalena, ha perdido toda su importancia y puede
considerarse suprimida.
En las grandes epidemias de 1601 y
16549 y 50, este hospital fue utilísimo: se estableció en el la
botica para los enfermos y el depósito de leña, ropas y demás, tan
necesario en aquellas tristes circunstancias.
En esta iglesia estuvo establecida muchos años una de las asociaciones que con el título de Escuelas de Cristo, hubo en esta ciudad. Allí hacían sus ejercicios religiosos y contribuían en lo posible al sostenimiento de las iglesias donde recidian. A esta de San Bartolomé, pertenecieron muchas personas de vida ejemplar; así hemos visto escritas y existen en un tomo de papeles varios de la Biblioteca provincial, la necrología o carta vida del hermano Diego Arevalo, hijo de una humilde familia del barrio de San Lorenzo, donde fue bautizado: dedicado a las faenas del campo dio grandes muestras de virtuoso,entrando en la Escuela de Cristo de San Bartolome, en cuyo hospital se dedico a la asistencia de enfermos, llegando a adquirir tal fama de santidad, que todos lo miraron con el mas respetuoso afecto, hasta Octubre de 1757 en que ocurrió su fallecimiento. El otro a que nos referimos es el Bachiller D. Cristobal Crespo; gano por oposición la rectoral de San Pedro, y luego por sus grandes virtudes, lo eligió el Obispo para director del colegio de Niñas huérfanas de la Piedad. En los tres cargos desempeñados por este virtuoso sacerdote, dio pruebas de sus sentimientos piadosos y del esmero con que acudía a el alivio de sus semejantes sumidos en la desgracia. Murió en Noviembre de 1751, a los sesenta y siete años de su edad, de resultas de haberse quebrado una pierna.
En la vida de San Alvaro, se hace
mención de un panadero vecino del hospital de San Bartolomé,
acometido de una horrible lepra, el cual abandonado de todos, se
marchó a la cueva de aquel santo, donde a los dos o tres días quedó
completamente bueno.
De Ramirez de Arellano
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