martes, 10 de diciembre de 2013

PASEOS POR CORDOBA

BARRIO DE LA MAGDALENA

EL HOSPITAL DE SAN BARTOLOMÉ Y SANTA MARÍA MAGDALENA




Siendo Obispo de Córdoba D. Leopoldo de Austria, vino a esta ciudad el venerable Juan de Avila, a quien sus virtudes, saber y dotes de oratorias, le valieron el dictado de Apóstol de Andalucía: predico en varias iglesias, entre ellas la Catedral, recogiendo tan copioso fruto, que fueron innumerables las confesiones generales hechas por los cordobeses, ademas de otras porción de actos enumerados en sus obras y en los Casos raros de Córdoba. Muchos sacerdotes se declararon sus discípulos y otras personas se entregaron con gozo a su dirección. En este tiempo los tejedores de paños trataron de asociarse, y aquel sabio varón les aconsejo la fundación de un hospital, para el socorro de tantos enfermos desvalidos; prevaleció su opinión y a seguida fundaron el hospital de San Bartolome y Santa María Magdalena, detrás de la parroquia de este mismo titulo: dando un real por cada pieza de paño que tejían, llegaron a reunir un fondo suficiente a comprar terrenos mas espaciosos y apropósito, como lo era el edificio que luego construyeron en la calle de Alcolea; en esto se les unió Pedro Fernandez de Valenzuela, quien aparece como fundador, por lo que fueron patronos de esta casa los Señores Montesinos, a los que como ofrenda había de regalarseles todos los años un cubierto de plata. Edificose el nuevo hospital e iglesia, diciéndose en ella la primera misa en el año 1557, época en que dedicaron aquel a la curación del venéreo, ya muy generalizado, y se le dijo San Bartolome de las Bubas para distinguirlo de otros de igual advocación. Falto de reglas, extraviadas con otros muchos papeles, el hermano mayor Lic. Adres Muño< de los Reyes, de acuerdo con el Rector de la ;Magdalena Lic. Alonso Ponce de la Rosa, en la tarde del día 17 de Agosto de 1670, reunieron a los cofrades y redactaron unos estatutos que fueron aprobados en 4 de Septiembre siguiente por el Obispo D. Francisco de Alarcon y su Previsor D. Pedro de Armenta, observándose con gran cuidado durante muchos años. No sabemos cuando ni por que cambio su instituto, y últimamente solo se abría en cierta época del año, con veinte camas para la curación de intermitentes, hasta que en 1842 la junta de Beneficencia se hizo cargo de el incorporándolo al hospital de Crónicos o del Smo. Cristo de la Misericordia.

El edificio estuvo arrendado, y en 1841 se destino a Escuela Normal de maestros; después ésta paso a Anton Cabrera y volvió a arrendarlo, y por ultimo en 1860 fue denunciado por ruinoso y el Ayuntamiento, a propuesta de su presidente D. Carlos Ramirez de Arellano, lo compro, derribandolo en 1861 y dejando la plaza que llena su nombre.

Su iglesia tenia una portada modesta muy sujeta a las reglas de arquitectura: formaba su interior una nave capaz, y el frente de ocupaba el retablo que hoy esta en el altar mayor de la iglesia de la Casa de Expósitos; estaba pintado de encarnado con adornos de oro, teniendo en el centro la imagen del titular, que ya hemos dicho está en la Magdalena, y por cima un gran cuadro que representa a Santa María Magdalena, y es al parecer de algún mérito. En otros altares estaba la Virgen de los Remedios, con cofradía, y una Concepción, que también están en la expresada parroquia, y la que sacaba el rosario tres veces en semana, la Virgen de los Dolores, y al final, en una pequeña capilla, un Crucifijo al fresco, de muy mala mano. En este lugar de la iglesia, fue enterrado el fundador Pedro Fernandez de Valenzuela, con una lápida expresandolo, y en 13 de Septiembre de 1655 inhumaron también allí el cadáver del Lic. Juan Muñoz de la Cruz. Con un epitafio en su loor, redactado por el escritor cordobés Li. Pedro Diaz de Rivas.

La hermandad de San Bartolomé hacia fiestas a su titular, y en un principio procesiones para llevar comida y ropas a los enfermos. En el día del santo se celebraban en la calle una velada muy concurrida, que trasladada después a la plazuela de la Magdalena, ha perdido toda su importancia y puede considerarse suprimida.

En las grandes epidemias de 1601 y 16549 y 50, este hospital fue utilísimo: se estableció en el la botica para los enfermos y el depósito de leña, ropas y demás, tan necesario en aquellas tristes circunstancias.

En esta iglesia estuvo establecida muchos años una de las asociaciones que con el título de Escuelas de Cristo, hubo en esta ciudad. Allí hacían sus ejercicios religiosos y contribuían en lo posible al sostenimiento de las iglesias donde recidian. A esta de San Bartolomé, pertenecieron muchas personas de vida ejemplar; así hemos visto escritas y existen en un tomo de papeles varios de la Biblioteca provincial, la necrología o carta vida del hermano Diego Arevalo, hijo de una humilde familia del barrio de San Lorenzo, donde fue bautizado: dedicado a las faenas del campo dio grandes muestras de virtuoso,entrando en la Escuela de Cristo de San Bartolome, en cuyo hospital se dedico a la asistencia de enfermos, llegando a adquirir tal fama de santidad, que todos lo miraron con el mas respetuoso afecto, hasta Octubre de 1757 en que ocurrió su fallecimiento. El otro a que nos referimos es el Bachiller D. Cristobal Crespo; gano por oposición la rectoral de San Pedro, y luego por sus grandes virtudes, lo eligió el Obispo para director del colegio de Niñas huérfanas de la Piedad. En los tres cargos desempeñados por este virtuoso sacerdote, dio pruebas de sus sentimientos piadosos y del esmero con que acudía a el alivio de sus semejantes sumidos en la desgracia. Murió en Noviembre de 1751, a los sesenta y siete años de su edad, de resultas de haberse quebrado una pierna.



En la vida de San Alvaro, se hace mención de un panadero vecino del hospital de San Bartolomé, acometido de una horrible lepra, el cual abandonado de todos, se marchó a la cueva de aquel santo, donde a los dos o tres días quedó completamente bueno. 


 De Ramirez de Arellano  

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