viernes, 31 de enero de 2014

LEYENDAS Y CURIOSIDADES EN EL REINO DE CÓRDOBA

CÓRDOBA EN EL ALMA

Los cordobeses en contra de la inquisición




La inquisición no tenia potestad sobre los no bautizados, por lo tanto, tampoco sobre los judíos. Aunque sus victimas fueron los judíos y los árabes que después de bautizados, volvieron o creían que volvían, a la práctica de su antigua fe.

Los nombres que se le han dado han sido muchos, entre ellos, marranos, conversos....

Para una ciudad como Córdoba donde la multiculturalidad ya existía desde hacia siglos, fue un enorme filón para enjuiciar y enviar a la hoguera a miles de personas en nombre de un Dios.

En Córdoba, el Santo Oficio debe su leyenda negra a individuos como el siniestro Diego Rodriguez de Lucero, inquisidor de la diócesis de Córdoba en la primera década del siglo XVI. Lucero condenó a la hoguera a mas de doscientas personas en poco mas de cuatro años. Y presidió el mas sanguinario de los autos de fe celebrados en España, que acabó en pocas horas con la vida de mas de cien personas.

El descontento de la población cordobesa hizo que en diferentes ocasiones apelaran al inquisidor General así como al rey Fernando por la destitución del inquisidor por su crueldad, fanatismo y violencia no consiguiendo su propósito en los cinco años próximos.

La intransigencia y crueldad del inquisidor Lucero en la utilización de torturas despiadadas, hacían que cualquier persona dijera lo que este quería llevando a la hoguera a mucha gente que jamás había hecho nada, solo por el comentario de algún vecino malicioso.

Y esto, acabo por suscitar la animadversión de los cordobeses, que con la venia del marqués de Priego, se levantó en armas contra Lucero un 9 de noviembre asaltando la cárcel inquisitorial, que no era otra que el Alcázar de los Reyes cristianos, y soltando la increíble cifra de cuatrocientos presos, que se encontraban dentro. El inquisidor, ante la magnitud de los hechos, se vio obligado a escapar en una mula por la puerta del huerto del Alcázar.

Los cordobeses, con todo, continuaron largo tiempo, respirando por la herida. v. cerca de 1571. Pedro Gutierrez, nieto de Pedro López Racino, hebreo depurado por el Santo Oficio, hubo de comparecer ante los magistrados de la inquisición de Córdoba, acusado de haber dicho que, en tiempos de Diego Rodriguez de Lucero, muchos paisanos habían muerto sin culpa.

Lo cierto, sin embargo, es que la inquisición de Córdoba fue a lo largo del siglo XVI y después de que el pueblo fuera contra el inquisidor, una institución de escaso relieve y que de hecho, el número de condenados a la hoguera después del trágico mandato de Diego Rodriguez de Lucero no paso a todas luces de las dos decenas.

El auto de fe, en efecto,se convirtió poco a poco, en una especie de confesión pública, y la mayoría de los procesos inquisitoriales se saldaban, por lo visto con la prescripción de un par de oraciones y alguna que otra misa. Y los magistrados del Santo Oficio de Córdoba se volvieron comprensivos y benévolos y tenían en cuenta, según sus dictámenes multitud de circunstancias atenuantes.

El empleo del tormento contra lo que se suele pensar, fue ya inusual en el Santo Oficio de Córdoba. No era extraño por lo demás, que los acusados fuesen puestos en libertad por defectos de probanza. Así ocurrió a modo de ilustración, con Alonso de Castro, soldado de Lucena, pueblo de Córdoba que sospechoso de haber alabado a los luteranos, fue empero, absuelto y liberado el día 24 de octubre de 1563.

Pedro Jurado, carpintero y vecino de Córdoba, compareció allá por el 1571 en auto de fe, había sostenido que la promiscuidad no era pecado, y que el hombre que no mantenía relaciones sexuales con varias mozas, literalmente y de acuerdo con la transcripción de Rafael Gracia Boix “no era hombre, sino un mariconazo”, fue condenado sin mas a reconocer lo errado de su opinión.

El fenómeno de las denuncias falsas estaba mas extendido de lo que se suele creer. Existían y estaban castigadas con penas muy rigurosas. Sirva de ejemplo el caso de Francisco Guerra que denunció a ciertos presuntos luteranos y recibió a cambio trescientos azotes, una multa exorbitante y once años de destierro; o de Juan Guillen, pastelero, que con la colaboración necesaria de Gonzalo Rosado, servidor del calumniado, acusó a su suegro de seguir la secta de Lucero y hubo de sufrir a modo de recompensa, cuatrocientos azotes y seis años en galeras; o de Juana Pérez, que testificó con malicia en contra de su propio marido y recibió el dia 19 de marzo de 1564, medio centenar de azotes en castigo de su culpa.

El pueblo llano ignoraba por completo las sutilezas de la doctrina cristiana y de hecho, cabe atribuir gran parte de las amonestaciones de los magistrados del Santo Oficio de córdoba a supersticiones.

Andres Hernandez, vecino de Baeza, hoy pueblo en la provincia de Jaén, depuso a principios de la década de 1590, ante los magistrados del Santo Oficio; había dicho en público que la simple fornicación no era en absoluto pecaminosa, y que en fin, “ mas valía ir a las mujeres que a las borricas”, el reo se comprometió a escuchar una misa y el caso quedó de inmediato cerrado.

Hubo por lo demás, algún que otro penitenciado en Córdoba a lo largo del quinientos, por haber falsificado una prueba de limpieza de sangre. Fue el caso sin ir mas lejos, de Francisco y Pedro Gutierrez, hermanos, nietos del hebreo Pedro López Racimo, ambos escribanos, vecino el primero de Baena y el segundo de Córdoba; uno y otro se acogieron a cierta amnistiá y la causa en consecuencia quedó sobreseída cerca de 1571.

Fue asimismo. El caso de Juan de Baena, vecino y juez de Córdoba, que oculto su origen hebreo con miras a ingresar en la corporación pública; fue condenado, una vez descubierto, a pagar una sustanciosa sanción económica y hubo en fin de cumplir un año de destierro. Juan de Baena arrastro consigo a nueve amigos que por hacerlo un favor, habían testificado que el buen hombre era cristiano rancio, a sabiendas de que no era cierto.

Lo cierto, sin embargo, es que el número de hebreos penitenciados por el Santo Oficio de Córdoba después de la destitución de Diego Rodriguez de Lucero fue a todas luces; la comparecencia pública de una decena de cristianos nuevo, vecinos de Baena el día 18 de abril de 1574 fue sin lugar a dudas, extraordinaria, ninguno de los conversos por cierto acabo en las llamas de la Inquisición, los sucesores de Lucero, en efecto poco amigos de recurrir a la hoguera, dictaron contra la mayoría de los comparecientes peñas de cadena perpetua y confiscación de bienes.

El caso de Antonia de Buenrostro, viuda y natural de Córdoba, fue a lo que parece, el primero de una muy larga lista. Compareció ante los inquisidores de Santo Oficio cerca de 1571, acusada de haber invocado demonios, y fue de inmediato absuelta por defecto de probanza.

Las hechiceras, en cualquier caso, fueron las protagonistas del auto de fe habido el día 8 de Diciembre 1572, en la ciudad de Córdoba. Catalina Rodriguez, Leonor Rodriguez “La Camacha” Mari Sánchez “La Roma”, y Mayor Díaz, todas ellas vecinas de la localidad de Montilla, comparecieron en compañía de Ana Ortiz de Baena, y Rodrigo de Narvaez de Jaén. Confesaron haber hecho pacto con el diablo, trazando círculos en el suelo con el objeto de invocar demonios, y celebrado de noche ceremonias rituales en el cementerio de la localidad.

Recibieron en consecuencia, cien azotes de Córdoba, cien en Montilla, pagaron una multa de ciento cincuenta ducados, La pena en cambio, Mayor Díaz no recibió ni un solo azote, su pena consistió sin mas, en la vergüenza pública.

Que en estos casos era que el reo era paseado por las calles encima de un asno, desnudo de cintura para arriba pero sin dogal y con coroza que llevaba las insignias correspondientes a su delito, mientras el pregonero declaraba sus delitos.




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