viernes, 15 de agosto de 2014

MARIA MAGDALENA

CARTAS  A JESÚS DE NAZARET



Carta 22 a Jesús de Nazaret.        
Domingo  De Resurrección: 20 - abril- 2014
Evangelio: Juan, 20, 1-9



S
eñor: ¡Qué mujer era María Magdalena! Como grande la retrata Juan en su relato de hoy.

Salió al amanecer, y encontró tu sepulcro sin la losa que lo cerraba. Como no estaba tu cadáver creyó que se había producido una nueva fechoría contra ti.
       
A pesar de la oscuridad, no temió a peligro alguno.  Se volvió en busca de alguno de tus Discípulos con cuyo apoyo reparar la profanación que creyó se había producido contra tu cadáver.

 
Iba a defenderte, ignorando que, el tiempo de tu debilidad había terminado, justo con el comienzo de nuestra salvación. Tú, incluido tu cuerpo, habías adquirido la glorificación plena junto al Padre y al Espíritu Santo.  Aquella ausencia, no era profanación, sino exaltación
.
Perdona, Jesús, pero me ha hecho sonreír lo que Juan cuenta sobre él, en  el relato: “que corría más que Pedro” No podía ser de otra manera: “¡lo que es la juventud!
Me gusta la cortesía de Juan: llegó el primero, pero entró el último.

Es un ejemplo del que muchos podemos aprender mucho. Desde aquella
madrugada,  Jesús,  el sepulcro  vacío  se llenó de esperanza: el que por unas horas

había encerrado la muerte, se abrió a la Vida. el que había velado las huellas doloridas de la injusticia humana, se trocó en la garantía más cierta y absoluta de la victoria contra el mal y el dolor.
Pedro y Juan, volvieron al sepulcro y creyeron; yo no lo he visto; pero creo que tú “resucitaste de entre los muertos”.  Es más, y no es mérito mío,, sino regalo tuyo, que yo también resucitaré, y que resucitarán todos los hombres y mujeres cubiertos por el bello manto de tu salvación.
 Me apena que haya tantos millones de hermanos míos que aún viven en tinieblas.

Ojalá pudiese encender en tu sepulcro vacío la antorcha de la fe y alumbrar los ojos de los que caminan a tientas, ciegos, por los caminos de la vida: de la vida de esta sociedad del siglo veintiuno, oscurecida por tantos anuncios publicitarios, mensajes y ruidos contradictorios.







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