viernes, 24 de octubre de 2014

CÓRDOBA EN EL ALMA

LEYENDAS DE CORDOBA


EL CAIMAN DE LA FUENSANTA


Santuario de la Fuensanta y Pocito.
Situado en un muro del Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta, el origen de esta caimán es incierto debido a la diversidad de leyendas existentes al respecto, aunque Ramírez de Arellano declara que el caimán fue traído de América junto a una costilla de una ballena, la concha o carapacho de una tortuga, una sierra de pez de este nombre y otras cuantas cosas remitidas como recuerdo por viajeros cordobeses.

Exvotos y recuerdos.
Una de las leyendas mas extendidas cuenta que en una ocasión hubo una crecida en el rió Guadalquivir y la abundancia de agua trajo un temible caimán que llegó a sembrar el pánico entre la población cordobesa y entre las cercanas huertas. El animal acechaba a sus desprevenidas victimas, las destrozaba y luego desaparecía en los cañaverales cercanos. Cuando sentía hambre volvía a actuar y de esta forma tenía sobrecogida e impotente a la población hasta que un cojo decidió acabar con el problema.

Se cuenta que, después de estudiar el comportamiento del caimán, lo acecho y lo espero en un árbol con su muleta y un pan abogado. El pan despertó la glotonería del animal, que inmediatamente abrió la boca para engullirlo, momento que aprovecho nuestro héroe para apearse del árbol y clavar el filo de su muleta en la garganta del animal, que diseco y coloco como exvoto, otra forma de la leyenda habla de que el héroe no fue el cojo sino un condenado a muerte a quien se le ofreció el indulto si acababa con el terrible animal que tenía en jaque a la población.

Desde entonces, durante la celebración de la Velá de la Fuensanta, es costumbre acudir al templo y ver el cuerpo disecado del caimán.





lunes, 20 de octubre de 2014

CÓRDOBA EN EL ALMA

LEYENDA DE LA CALLE DE LA PIERNA


Calle Barroso, antigua de la Pierna
Cuentan que en la casa número 4 de la calle de la Pierna, actual calle Barroso, vivía una joven que no solamente pasaba el día en la ventana indagando la vida de sus vecinos, sino que muchas noches hacía lo mismo, acarrándose el odio de todos los que tal conducta sabían. Una noche, puesta en su sitio de costumbre, vio venir de hacia la parroquia dos filas de luces alumbrando un féretro que ocupaba el centro. Ya cerca, arrimo= se a la reja uno de los acompañantes y le rogó le guardase el cirio que llevaba en la mano para recogerlo al día siguiente, por no serle posible seguir a causa de encontrarse enfermo. Accedió aquella a la petición y después de tomar el cirio su curiosidad le hizo preguntar el nombre del que llevaban a enterrar, oyendo con asombro que el desconocido pronunció el de ella, cuya sorpresa le hizo dar un grito y caer desmayada. Cuando volvió en sí aún apretaba en la mano la canilla de un muerto en que la vela se le había convertido. Añade que no sólo quedó curada de su mala costumbre, sino que se colocó la pierna en el sitio que aún vemos en memoria de este suceso.

Otro - y estos no alcanzaron tanto crédito- inventaron que en esta casa vivió una señora en extremo bella, pero tan orgullosa y de mal carácter que nadie podía sufrirla, llegando su desmedido amor propio a creerse la más hermosa del mundo y a despreciar a cuantos no la adulaban. A tal extremo llego su presunción que tenia-se por superior a su padre, a quien maltrataba por su extremada pobreza.

Un día se acerco este a pedirle un socorro con que atender sus necesidades. Mas, en vez de obtenerlo, lo recibió ella con multitud de injurias, a las que el podre anciano contesto dignamente, no creyendo que su hija cometiese la infame acción de arrojarlo a puntapiés de su casa. Pero así lo hizo, dando lugar a que la maldición paterna cayese sobre ella, hasta tal punto que la pierna con que lo había ofendido se le convirtió en piedra, muriendo entre los mas agudo dolores, castigo con que la Providencia le hizo comprender lo mucho que lo había ultrajado.   

   

viernes, 10 de octubre de 2014

CÓRDOBA EN EL ALMA

CRISTOBAL COLÓN EN CÓRDOBA



Beatriz Enriquez una cordobesa amante de Cristobal Colón y madre de su hijo. (Hay una calle que la conmemora en la barriada de la Huerta de la Reina.)

La vida de Beatriz siempre ha estado envuelta en un halo de misterio. Desde no llevar los apellidos del padre, hasta el no saber por qué Cristobal Colón jamás se caso con ella, a pesar de haberle dado un hijo. Tal vez por temor del Almirante a ser blanco de las sospechas de la inquisición por tratarse de una familia de cristianos nuevos.

Beatriz Enriquez y Colon en su casa de Córdoba
El padre de Beatriz se llamaba Pedro Torquemada, apellido famoso en los anales de la Inquisición, y su madre Ana Núñez de Arana. Procedían de una familia de conversos que había dado a la Iglesia española al ilustre Cardenal de San Sixto, Don Juan de Torquemada, de quien era pariente por cierto, el famoso Inquisidor.

Desde luego, basta este argumento para pensar que el padre de Beatriz perteneciese a esa familia, y así se hace mas importante la hipótesis que dice que Doña Beatriz era de una familia conversa. El primer síntoma y quizás el mas significativo del ambiente converso en que todo este episodio ocurre, en la deliberada supresión del nombre del padre de Beatriz y de su hermano Pedro.

Por frecuente que fuese en aquellos días el que los hijos de una familia escogiesen cada cual un apellido distinto no lo era el que “ninguno” de ellos siguiese el paterno. Parece darse aquí cierta “repugnancia” el adoptar el nombre del sanguinario perseguidor de los conversos.

Doña Beatriz, pertenecía a una familia de labradores, debió de nacer hacia 1467. tras la muerte prematura de sus padres, permaneció junto a su hermano Pedro, bajo la tutela de la abuela materna Leonor Nuñez y su tía de nombre Mayor Enríquez, hasta que unos años después, fallecidas estas, fue tutor de Beatriz su tío Rodrigo Enríquez de Arana, lagarero de profesión y propietario en Santa María de Trassierra, y que vivía en la collación de Santo Domingo en Córdoba.

Los Aranas tenían un cierto nivel social que se refleja en el hecho de que Beatriz supiera leer y escribir, circunstancia bastante infrecuente en la época.

De su tutor Rodrigo se dice que fue una persona de vida desordenada a juzgar por la documentación referida a él que se ha conservado, nos lo presenta haciendo frente a continuas deudas. Y es por eso que tal vez, doña Beatriz se emancipase tan pronto como pudiera de su tío, con el que al parecer, no mantenía buenas relaciones.

Lo mas probable es que Beatriz frecuentara la casa de unos parientes existentes en la ciudad, con los que entraría en contacto con el recién llegado Cristobal Colón, alrededor del año 1487. Fue entonces cuando esta hermosa, inteligente y culta mujer sucumbió a la tentación y se enredó en amores con el misterioso aventurero, seducida por una mezcla de fascinación y sueño de grandeza. Parece que no hay duda de que Colón, que pasaba de la treintena, se enamoró de la joven que le hizo “más llevadera y agradable” su estancia en Córdoba. En tanto su proyecto era definitivamente asumido por la Corona. Se desconoce la edad que contaba la cordobesa cuando inició su relación amorosa con Colón; aunque algunos autores dicen que era una joven de unos dieciséis años. fruto de esta relación fue el nacimiento en agosto de 1488,de un hijo que se llamaría Hernando por expreso deseo del padre, y en honor del Rey Católico.
Monumento a Colon con los Reyes Católicos en el Alcázar de Córdoba  

Firmadas las Capitulaciones de Santa Fe en abril de 1492, partió Colón para realizar su ansiado viaje del descubrimiento, llevando consigo a Diego Arana primo de Beatriz, y dejando instrucciones para que su primogénito Diego Colón fuera confiado a Beatriz Enriquez.

El regreso de esta expedición marcó el final de toda relación entre Beatriz y el navegante. Nadie puede decir lo que paso entre la pareja, pero lo cierto es que Cristobal Colón le recogió sus dos hijos ( Diego y Hernando ), que en adelante quedarían en la corte en calidad de pajes del príncipe Don Juan.

A modo de compensación de la deuda moral contraída con ella, Colón le asigno una pensión de 10.000 maravedis anuales en 1493 y otra igual en 1502. Tres años después, al morir Colón, le dejó su fortuna y encomendó a Beatriz a su hijo primogénito Diego, a fin de que le asegurara rentas que le permitieran llevar una vida desahogada.

Aunque se desconoce la fecha del fallecimiento de Doña Beatriz, le sobrevivió a Colón en mas de quince años, así lo prueban algunas escrituras que atestiguan las dificultades económicas a que tuvo que hacer frente; y es que al retraso en el pago de las mencionadas rentas se sumaba el total desamparo en que la tenia su hijo, que siempre expreso hacia ella un desapego extremo. Ella sin embargo, prefirió vivir casi en la indigencia y nunca reclamó su herencia que el padre de su hijo le dejó.




sábado, 4 de octubre de 2014

LEYENDAS Y CURIOSIDADES DE CÓRDOBA

LEYENDA DEL PALACIO DE LOS VILLALONES EN LA PLAZA DE ORIBE O CASA DEL CORREGIDOR DE LA CASACA BLANCA

Un bello edificio de estilo renacentista, donde se sitúa



 una de las leyendas mas conocidas en la ciudad de Córdoba.

En este palacio vivía Don Carlos de Unciel y Guimbarda, corregidor de la ciudad, era viudo y tenia una hija, lista, hermosa y obediente, llamada Blanca que nunca salia sola de casa, siempre lo hacia acompañada de su dueña o de su padre.

Con motivo de la feria de la Fuensanta padre e hija, que ya tenia 17 años, fueron hasta el santuario para tomar las aguas milagrosas del pocito y rezarle a la Virgen. En el camino se les acerco una gitana harapienta de supuesto aspecto con la intención de leerle el futuro a Blanca, la joven le demostró su repugnancia y Don Carlos temiendo un disgusto de su hija, rechazo con energía a la gitana que al quedar desairada farfullo entre dientes:

Ellos pagaran su orgullo con raudales de llanto que la pena les hará verter,”

Nadie hizo caso de aquellas palabras que creyeron dichas por su mala educación, y volvieron a su casa como si nada hubiese pasado.

Pasados tres o cuatro años, llamaron a la puerta de la casa a altas horas de la noche unos judíos que venían a quejarse al Corregidor porque nadie les daba posada, pedían que el les diera cobijo aquella noche aunque fuera en el portal de su casa, consintió Don Carlos, y la criada que había abierto la puerta le comento a Blanca lo extraño que le parecieron aquellos huéspedes. La curiosidad las empujo a espiarlos por el ojo de la cerradura, y cual seria su sorpresa cuando vieron que sentados en corro, leían atentamente un libro a la luz de una vela amarilla y que ademas uno de ellos pasaba muy deprisa las cuentas de un gran rosario que llevaba al cuello. Se oyó un ruido profundo y rora, el suelo se abrió y dejo a la vista una hermosisima escalera de mármol por la que bajaron los huéspedes, que al cabo de un rato volvieron a subir a subir acompañados de un joven que traía en las manos un cofre lleno de alhajas. El desventurado joven, que haba sido enterrado en vida con sus riquezas, les suplico que lo llevaran con ellos, hizo promesas y juramentos que de nada le sirvieron, le obligaron a bajar de nuevo la escalera. Inmediatamente apagaron la vela con la que se alumbraban y al desaparecer la luz, desapareció también el hoyo que se había abierto en el suelo, todo quedo como si nada hubiese sucedido.

A la mañana siguiente los judíos dieron las gracias al Corregidor por la generosidad con que los había hospedado y se marcharon.

Tanto Blanca como su dueña ardían en deseos de conocer el misterio de aquel joven que permanecía prisionero bajo tierra con su fabuloso tesoro, miraron con atención todas las rendijas, oquedades y fisuras del suelo del portal y nada raro advirtieron, hasta que la dueña vio esparcidas numerosas gotas de cera desprendidas de la vela encendida por los judíos. Las recogieron con cuidado todas y formaron una vela.

Esperaron que llegara la noche, y cuando todos descansaban bajaron al portal y encendieron la vela.

Inmediatamente se bario el suelo dejando ver la escalera, por la que bajaron las dos con sigilo esperando encontrar al muchacho y los tesoros, pero no encontraron el menor rastro. Cuando la dueña vio que la vela se consumía echaron a correr hacia la salida, salio la doncella, se apago la vela, se cerro el suelo y Blanca quedo sepultada. La dueña empezó a gritar, ante tal escándalo acudieron el Corregidor y todos los criados, que no salían de su asombro ante lo sucedido.
Llamaban a Blanca que respondía con acento de dolor. El Corregidor hizo cientos de excavaciones, todas inútiles. Don Carlos paso el resto de su vida llorando la perdida de su querida hija.

Desde entonces se oyen ruidos extraños, llantos lastimeros, susurros, y una sombra misteriosa recorre por la noche toda la casa, es Blanca que aun vaga por ella.

En la fachada del palacio, sobre la puerta, se encuentra tallado en la piedra, un medallón que representa a una mujer con los brazos abiertos.

¿Sera el mudo recuerdo a la desaparición de Doña Blanca?