jueves, 9 de noviembre de 2017

MEDINA AZAHARA



LA LEYENDA DE LA CIUDAD SIN NOMBRE


Cuando Medina Azahara fue abandonada, destruida y expoliada no sólo desaparecieron los vestigios materiales de la gran obra de Abd al Rahman III, también su nombre cayó en el olvido. Durante cientos de años las ruinas de la que fuera la joya de la corona del Califato Omeya de Córdoba carecieron de nombre, de identidad. El proceso de recuperación ha sido largo y lleno de altibajos. 

Cuando en el verano de 1236 el rey castellano Fernando III tomó Córdoba, el solar donde siglos atrás se alzó la gran Medina Azahara no era más que un campo de ruinas; una escombrera; un espacio al que se le podía obtener una cierta rentabilidad mediante la reutilización de los miles de sillares, ladrillos, tejas y piezas de mármol que se extendían a través de una centena de hectáreas. La reutilización masiva, previo permiso de la autoridad competente, del material arquitectónico se puede comprobar en los muros de dos insignes edificios cordobeses de los siglos XV y XVI: el cercano monasterio de San Jerónimo de Valparaiso y las Caballerizas Reales. La llamada por aquel entonces "Córdoba la Vieja" , depende primero de la Corona y más tarde del Concejo de Córdoba.

Muy probablemente, la primera persona en percatarse de la importancia de los restos de.Medina Azahara fue Ambrosio de Morales, el insigne humanista, historiador y arqueólogo cordobés, fue miembro de la comunidad de San Jerónimo durante unos años a mediados del siglo XVI. Quizás fue la observación diaria de las ruinas lo que le llevo a interesarse por las mismas. En su obra de 1575 "Las antigüedades de las ciudades de España " consideraba que se encontraba ante los orígenes de la ciudad de Córdoba, la fundación de Claudio Marcelo del siglo II a. C., la primitiva Corduva.

Más atinado estuvo en 1627 Pedro Díaz de Ribas quien opinó que los hallazgos en " Córdoba la  Vieja" eran de construcciones de carácter árabe. Incluso se atrevió a proponer que pertenecían a un palacio de la época de Abd Al Rahman III. Los eruditos locales del XVIII ( el Padre Ruano o Antonio Ponz) simplemente siguieron la línea planteada por Ribas.













  
Sin lugar a dudas, el siglo XIX resulta clave en el "descubrimiento" de Medina Azahara, los inicios del arabismo moderno y la traducción de los escritos de autores como al Maqari o Ibn Irabi favorecieron la correcta adscripción de los restos. Fue el historiador asturiano Ceán Bermúdez quien acabó por confirmar que aquellas "piedras viejas " que tanto atraían a propios y extraños eran la famosa y mítica Medina Azahara. Desde entonces, investigadores, arqueólogos, viajeros románticos y eruditos de todo el mundo han ido aportando su granito de arena para redescubrir la "Ciudad Brillante" de Abd al Rahman III, el Califa omeya de al Andaluz.  


Recepción oficial en Medina Azahara. Interpretación del pintor Dionis Baixeras
MEDINA AZAHARA SE VISTE DE FIESTA:
leoneses,catalanes y bizantinos en la corte de 
AL HAKAM II  
A lo largo de esta serie de artículos dedicados al yacimiento arqueológico de Medina Azahara, hemos hablado en varias ocasiones de las embajadas extranjeras que eran recibidas en la corte. Gracias a diversas crónicas musulmanas como el Muqtabis o los Anales Palatinos de Al Hakam II, sabemos cómo, cuándo y en qué circunstancias se desarrollaron algunas de estas embajadas. Esta jugosa información nos ayuda a interpretar algunos de los espacios hoy visitables en el yacimiento, así como soñar con otros muchos espacios que aún no han sido exhumados y que esperan, pacientemente a ser descubiertos por los arqueólogos.

Los textos nos cuentan que la llegada de diplomáticos, reyes y líderes políticos se preparaban con tiempo y que la ciudad palatina se vestía con sus mejores galas para epactar a aquellos que viajaban desde muy lejos para ser recibidos por el Califa. En la mayor parte de los casos, las embajadas la creación o el mantenimiento de relaciones diplomáticas: principalmente periodos de paz, pactados mediante el intercambio de tributos, rehenes y regalos. Ordoño IV de León vino para intentar recuperar su trono frente a Sancho I ( anteriormente conocido como "El gordo"); sin embargo su actuación fue tan patética que sus pretensiones no fueron atendidas. 

La presencia de embajadas llegadas desde el lejano imperio Bizantino fue relativamente común. En el año 949, siendo califa Abd al Rahman III, fueron varias las audiencias concedidas desde Córdoba, recorriendo el camino Sur, el que iba pegado al gran Guadalquivir, se accedía primero a la ciudad y posteriormente al Alcázar de Medina Azahara. Cuentan los textos que el Califa mandaba poner esteras en el suelo y soldados armados junto al camino a lo largo de los casi 8 kilómetros que unían ambos centros urbanos. La recepción principal tuvo lugar en noviembre de ese año en el "gran salón que miraba a los jardines" donde se intercambiaron valiosos objetos.         

La Reina Sofía y el Presidente
 de Andalucía José Antonio Grillan  










Ibn al-Arabi nos cuenta la curiosa historia de la llegada de una embajada de francos a Medina Azahara. Como siempre, todo se dispuso hasta el más mínimo detalle, de tal manera que los extranjeros quedaban impresionados a cada paso que daban. Al parecer, los soldados que flanqueaban el camino entre Córdoba y Medina, permanecieron todo el recorrido con las espadas desenvainadas, unidad las puntas de ambos extremos de la calzada, formando "bóveda" con ellas. Las calles y pasillos se alfombrarón con telas de seda y dibujos y era tal la calidad de los vestidos de los visires, que los francos hacían reverencias ante ellos pensando que alguno de ellos sería el Califa. Tal era el estado psicológico de los francos, que cuando Abd al Rahman III les dio a elegir entre la paz o la guerra, no dudaron ni un instante.

En el verano de 971, Al Hakam II recibió al conde Bon Fil, embajador del conde de Barcelona Borrel I, acompañado de unos veinte magnates catalanes. Su estancia en Córdoba ( se alojaron en una de las suntuosas almunias que había junto al Guadalquivir, duró algo más de un mes. A su llegada, en la primera de las recepciones en el "Salón Rico", entregaron al Califa un tributo de treinta esclavos .

A lo largo de los quince años de su gobierno, Al Hakam recibió en el gran salón oriental que se abría a los ostentosos jardines del alcázar de Medina Azahara, a más de una treintena de embajadas. En todas el factor común fue la opulencia y el esplendor de la corte omeya. La ciudad palatina, la joya de la corona del Califato Cordobés, se mostraba siempre al visitante repleta de belleza, riquezas y placeres con los que muchos de los extranjeros ni siquiera eran capaces de imaginar. Un rincón del mundo que lucía siempre sus mejores galas y que se convertiría en consecuencia. en un símbolo de la época dorada de al Andaluz.



La leyenda de la ciudad sin nombre
Blog de artencórdoba
Publicado 25 octubre por Saray J.















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