PLAZA DE LA MAGDALENA Y SUS CORRIDAS DE TOROS.
Delante de la parroquia hay una gran plaza, de su mismo nombre, terriza y completamente despejada hasta los primeros meses de 1854, en que siendo Alcalde interino de Córdoba D. Antonio García del Cid, se formó un pequeño paseo, construyendo los asientos, plantando los arboles y trasladando al centro una horrible fuente que estaba a las afueras de la puerta de Sevilla, a donde llevaron un pilón que había bajo un arco en el rincón que formaba la muralla de la puerta de Andujar, derribada a fines de 1868 y que fue colocada en 1747, en sustitución de otra que llevaron a San Nicolas de la Villa: está dotada con cuatro pajas de agua de la llamada de la Palma. Antes, esta plaza era en invierno un inmundo lodazal y en verano un polvero irresistible, y aun cuando del todo no ha perdido esta cualidad ha mejorado mucho en todos conceptos. Es la tercera de Córdoba en extension, y por esta circunstancia ha sido uno de los sitios designados para festejos públicos, en las proclamaciones de reyes y en otras ocasiones de general regocijo, bien corriendose cañas, celebrando toros de cuerda, colocando cucañas y otras diversiones por el estilo.
En 1749, deseando la ciudad acrecentar los fondos del Pósito, dispuso celebrar tres corridas de a doce toros, o vista que entonces decían, eligiendo esta plaza, donde formaron sus funciones en los días 14, 16 y 18 de Junio, todos de trabajo, porque en día de fiesta no podían lidiar los que tinian el toro como oficio. Fueron toreadores de espada Felix Palomo, de Utrera y Fernando Romero: en la primera tarde Manuel Palomo, de Alcalá, quebró garlanchon y salió del burlesco a caballo: quebraron lancillas Manuel Cerezo y Juan Rodriguez, y estuvieron al cuidado de estos y capeando Juan Gómez y A. Martinez Orduña, todos cuatro vecinos de Córdoba; la presidencia estuvo en la torre de los Donceles y el toril en las callejas de Santa Inés. El celebre Pepe-Hillo mato un toro en otra función que se dio por convite, al profesar una monja de Santa Inés. Con este motivo y otros por el estilo, el dueño de la casa número 3, le dio la forma que aun conserva con quince ventanas, para alquilarlas por separado y sacarle una buena ganancia. Antes de verificarse las expresadas fiestas de toros, quitaron, desacertadamente, una fuente monumental que ocupaba el centro del lugar que venimos describiendo.
De Ramirez de Arellano
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