jueves, 13 de marzo de 2014

LEYENDAS Y CURIOSIDADES EN EL REINO DE CÓRDOBA

CÓRDOBA EN EL ALMA



JUAN PALOMO (YO ME LO GUISO Y YO ME LO COMO)

No todos los pueblos pueden presumir de poseer una hermosa leyenda o historia misteriosa que se palpa en el ambiente de sus calles y entre sus casas. No todos los pueblos tienen el don inmenso y singular de llevar grabado en su memoria popular la imagen de un romántico y altruista bandolero: Juan Palomo , que según cuenta la voz del pueblo tuvo su cuartel general dentro de Fuente la Lancha y -siempre según la leyenda – desde allí dirigía sus hazañas y escaramuzas con la justicia.

Corría en siglo XIX y la entrada de Napoleón en España, levantó a muchos patriotas que iniciaron una soberbia resistencia al descomunal y bárbaro ejército de Francia. En Andalucía, a diferencia de otras regiones de nuestro país, surgió la mítica figura del bandolero héroe romántico y legendario, cautivador, que casi siempre tenía un origen familiar humilde y pobre, y gozaba de un carácter altruista y valeroso. Esta castiza figura del bandolero, a caballo entre la historia y la leyenda popular, ha inspirado bellísimas páginas literarias y multitud de películas que sería imposible enumerar en breve líneas.

Juan Palomo, según narración popular, fue gran amigo de José María el Tempranillo. Tenía como casa de operaciones y, a la vez, como estancia la “Casa Grande”; hermosísima casona ubicada en el corazón de Fuente la Lancha, a pocos metros de la parroquia de Santa Catalina. Esta casa, aunque en la actualidad se encuentra dividida y transformada, en otro tiempo gozó de una excepcional solera arquitectónica. Espesos muros y hondas estancias, arcos robustos, y una muy espaciosa cámara -llena de habitaciones- hacían de la Casa Grande un edificio hercúleo y atractivo.

Son múltiples las leyendas que se ciernan en torno a la vieja y hermosa casona ya, desgraciadamente desaparecida, según los lugareños La Casa Grande posee hondas galerías, donde estaban las cuadras, que sirvieron a Juan Palomo para depositar las joyas y dineros robados a los franceses; por otra parte, las habitaciones que había en la cámara servían como cárceles a los ilustres personajes por los que Juan Palomo pedía sustanciosas recompensas. Otras muchas leyendas e historias, en torno a Juan Palomo y la Casa Grande, circulan de boca en boca por el lugar; una de ellas asegura que el pozo de la Casa Grande posee una inmensa galería que comunica con el río Guadamatilla – situado a escasos kilómetros del pueblo-, y, a través de ella, escapaba Juan Palomo cuando era sorprendido en su refugio.

En los pueblos cercanos a Fuente la Lancha, la leyenda de Juan Palomo aún sigue suscitando gran interés entre las gentes que, normalmente, entienden la figura del apuesto y altruista bandolero como si estuviera a medio camino entre la realidad y la leyenda. Y quizá ese difícil equilibrio entre lo realista y lo legendario es lo que concede a la figura de Juan Palomo la inevitable y, a todas luces, categoría de mito. Por eso, cuando cualquier viajero se adentra en las silenciosas callejuelas, amorosamente soleadas, de Fuente la Lancha, respira un inefable perfume de leyenda y misterio, de hondísima mansedumbre, que le hace reflexionar sobre la jugosa historia que han de saber aquellas centenarias paredes, llenas de musgo y luz, que vigilan como inmóviles sombras legendarias, desde cualquier rincón, desde cualquier humilde fachada.

Y algo después, una vez, el viajero, ciertamente impresionado por la atmósfera que respira, va y pregunta por la historia del pueblo y alguien le cuenta la leyenda de Juan Palomo: el se da cuenta de que algo mágico flota en aquel ambiente, algo bello e inexplicable, infinitamente atractivo para él: el legendario aroma de un pueblo interesante y peculiar, Fuente la Lancha, que por tener no se privó de poseer un su historia particular, la imagen cálida y romántica, literaria, misteriosa, del bandolero Juan Palomo.



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